El stand up se ha transformado en un género que trasciende el sectarismo. Hoy en día muchos teatros porteños tienen alguna función de este estilo en su cartelera. ¿Qué temáticas utiliza? ¿Por qué es tan ninguneado por la crítica especializada? ¿Qué tiene para ofrecernos?
El promedio de los standuperos argentinos son muchachos jóvenes entre 20 y 40 años que dirimen monólogos humorísticos sobre cuestiones de la vida cotidiana. Su base es desnaturalizar las costumbres. Ahondar en el estereotipo para ridiculizarlo y ofrecer así una crítica desde adentro.
El anglicismo stand up refiere a hacer comedia de piey apunta a tener interacciones con el público, a hablar directamente a los espectadores. El monólogo es una técnica usada. En Argentina podemos citar a grandes monologuistas como Tato Bores, Enrique Pinti, Antonio Gasalla y Dady Brieva. La diferencia de estos últimos con el stand up son las temáticas que abordan, las cuales modifican la lógica del humor.
La primera distinción fuerte que se puede hacer dentro del stand up es la cuestión de género. Comediantes tales como Dalia Gutman, Malena Pichot, Natalia Carulias, Malena Guinzburg, Ana Carolina y Maya Landesman ahondan en la temática de la femeneidad como el legado impuesto de tener que estar siempre hermosas, el instinto materno, el sueño de casarse de blanco, los piropos ofensivos que reciben y mucho más.
Por otra parte, entre los varones se destacan Peto Menahem, Federico Simonetti, Sebastián Wainraich, Ezequiel Campa, Fernando Sanjiao, Luciano Mellera, Cabito Massa Alcántara, Martín Pugliese y Diego Wainstein. Las cuestiones que se tratan comúnmente son la del levante, el trabajo, el partido de los domingos, la relación con la madre y todo lo que conlleva a lo masculino.
Tanto hombres como mujeres utilizan el recurso del estereotipo del género para potenciar sus discursos. Bromear con las dificultades propias de lo masculino o lo femenino es una forma de alimentar el cliché para destruirlo. En esta disciplina se juega mucho a interpretar los males de hoy personificados: el ansioso, el tímido, el inseguro, el dominado, el mitómano, el católico, el judío. Esto permite jugar con el estereotipo hasta ridiculizarlo.
Un punto reiterativo en el stand up es la figura del looser. El looser es el perdedor, el tipo que no le sale ninguna, que tiene la autoestima por el suelo y vive acostumbrado a no proponerse grandes logros porque no los va a cumplir. La figura del looser tiene grandes atributos porque le permite al standupero posicionarse desde la invulnerabilidad, o mejor aún, desde el sujeto completamente vulnerado que ningún ataque lo derriba porque ya está en el suelo. Así, el looser lanza críticas desde un lugar donde no tiene nada que perder. Esto hace a sus críticas desprovistas de responsabilidades éticas adquiriendo mucha más gracia y acidez.
Por otro lado, la crítica a la burguesía desde adentro es uno de sus puntos fuertes porque la gestación de este nuevo género se da en el epicentro porteño. El lugar donde más propuestas se pueden encontrar es el Paseo La Plaza. Allí asisten muchísimos estudiantes de teatro, una clase media intelectual y algo de snobismo típico de estas disciplinas. Entonces, ¿qué mejor que elaborar críticas al matrimonio, a la escuela, la distinción “natural” de género, la crianza de los hijos y el afán del dinero desde adentro? Pero también las luchas por el control remoto, los atracos en la cola del supermercado y las dificultades con la cocina.
Podríamos destacar entre todos los standuperos a uno en particular debido a las temáticas utilizadas y la forma de interpretarlas: Peto Penahem. Este actor y comediante juega mucho con la temática de la muerte y aporta ciertos recursos del absurdo que hacen que sus monólogos sobresalgan.
Otra característica de Peto Menahem es la forma de no esquivar ningún tabú. Porque el stund up tiene la particularidad de ahondar sobre la vida burguesa del siglo XXI, lo cual lo hace perfecto para tocar esos temas que generan pudor, vergüenza y hasta repugnancia.
El ritmo narrativo en el stand up dista mucho de ser similar a los monologuistas del siglo pasado. Ya no existe una búsqueda del chiste largo con remate estruendoroso y la búsqueda del clímax humorístico sino que lo que se construye es una sucesión de pequeños chistes dentro de un relato. El standupero relata varias escenas y en cada una de ellas coloca varios guiños humorísticos dejando de lado el clímax y el remate como lógica del humor.
Podemos afirmar que el stand up es un estilo humorístico del monólogo que hace un tiempo breve se transformó en un género dentro de la comedia. Hoy presenta grandes posibilidades de crítica a una sociedad consumista, post revolucionaria, burguesa y con muchos tabúes en torno a la sexualidad y otras cuestiones que están a punto de derrumbarse –si es que ya no lo están-.