Cada historia de amor es un mundo. Existen parejas perfectas que, enmarcadas en belleza, pureza y magia, nos invitan a soñar y a desear vivirlas en carne propia. Pero existen otras que van más allá de los cánones esperados, donde no hay perfección y dónde la crueldad de la vida desata pasiones desmedidas. Admirados y transgresores, esta es la historia de Frida Khaloy Diego Rivera.
Tres años después de este suceso, conoce a Diego Rivera, un pintor ya consagrado. Se lo consideraba un seductor por la gran cantidad de amoríos que se le adjudicaban. Frida le enseñó su obra y él quedó maravillado por ésta y por la belleza de su autora. Al poco tiempo, se casan, a pesar de la oposición de la madre de Frida.
Muchos llamaron a esta, la unión entre un elefante y una paloma. Diego era grandote y obeso, mientras que Frida era pequeña y delgada; delicada como una muñequita de porcelana.
Esta pareja, lejos de ser el ejemplo de las romances de ensueño, fue una tormenta constante llena de sufrimiento y pasión. La infidelidad fue moneda corriente entre ambos. Veintidós años mayor que ella, su marido nunca dejó de tener contacto con otras mujeres. Su cuñada, hermana de la pintora, también fue su amante. Si bien poseía una libertad de pensamiento y era desprejuiciada, todos estos hechos la llenaron de amargura. Sumado al hecho de no poder tener hijos por sus múltiples dolencias físicas, ella comenzó a tomar revancha de la misma manera en que lo hiciera su esposo. Frida tuvo varios amoríos, destacándose entre sus amantes al intelectual y político comunista León Trotsky. Esta vida poco convencional, la llevó a convertirse en bisexual, teniendo relaciones con varias mujeres.
Ambos se divorciaron en 1939 para volver a contraer nupcias un año después. Rodeados por pasiones, odios, engaños y tragedias, se fusionaron como los colores que utilizaron en sus obras, las cuales han sido el autorretrato vivo del camino que les tocó recorrer. Dos genios, dos artistas unidos por las causas sociales y por un amor poco convencional que desafió los límites de la cultura establecida de aquella época. Diego fue el mayor admirador de la obra de Frida. Frida fue la mayor crítica de la obra de Diego.
El amor no siempre es un cuento de hadas, pero no por ello deja de ser amor. La pasión, la transgresión, la genialidad y la propia tragedia de la vida, pueden resultar un amor más allá de los parámetros normales. Un amor que se pintó de colores y permanecerá plasmado en lienzos y murales por la infinidad del tiempo.
Al momento de la desaparición física de Frida, Diego escribió:“Yo me he dado cuenta que lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida ha sido mi amor por Frida”.
Por Cintia Castro Sánchez || @CintitaCastroS || 12-03-2013
Magdalena Frida Carmen Kahlo Calderón no pasó por este mundo para ser una mujer más. Su vida y obra fueron huellas pintadas de dolor que la convirtieron en leyenda. Nacida en México el 6 de julio de 1907, tuvo una infancia complicada. A los seis años enfermó de poliomielitis, que hizo adelgazar su pierna derecha. Ésto lo ocultó utilizando pantalones holgados y polleras largas. Cuando era una adolescente, volviendo de la escuela, el autobús en el que viajaba fue embestido por un tranvía. Este accidente le dañó severamente la columna vertebral y la postró por tres meses en cama. Pese a lo triste del episodio, se convirtió en el comienzo de la pintura de quien es hoy conocida como la gran artista Frida Khalo.
Tres años después de este suceso, conoce a Diego Rivera, un pintor ya consagrado. Se lo consideraba un seductor por la gran cantidad de amoríos que se le adjudicaban. Frida le enseñó su obra y él quedó maravillado por ésta y por la belleza de su autora. Al poco tiempo, se casan, a pesar de la oposición de la madre de Frida.
Muchos llamaron a esta, la unión entre un elefante y una paloma. Diego era grandote y obeso, mientras que Frida era pequeña y delgada; delicada como una muñequita de porcelana.
Esta pareja, lejos de ser el ejemplo de las romances de ensueño, fue una tormenta constante llena de sufrimiento y pasión. La infidelidad fue moneda corriente entre ambos. Veintidós años mayor que ella, su marido nunca dejó de tener contacto con otras mujeres. Su cuñada, hermana de la pintora, también fue su amante. Si bien poseía una libertad de pensamiento y era desprejuiciada, todos estos hechos la llenaron de amargura. Sumado al hecho de no poder tener hijos por sus múltiples dolencias físicas, ella comenzó a tomar revancha de la misma manera en que lo hiciera su esposo. Frida tuvo varios amoríos, destacándose entre sus amantes al intelectual y político comunista León Trotsky. Esta vida poco convencional, la llevó a convertirse en bisexual, teniendo relaciones con varias mujeres.
Ambos se divorciaron en 1939 para volver a contraer nupcias un año después. Rodeados por pasiones, odios, engaños y tragedias, se fusionaron como los colores que utilizaron en sus obras, las cuales han sido el autorretrato vivo del camino que les tocó recorrer. Dos genios, dos artistas unidos por las causas sociales y por un amor poco convencional que desafió los límites de la cultura establecida de aquella época. Diego fue el mayor admirador de la obra de Frida. Frida fue la mayor crítica de la obra de Diego.
El amor no siempre es un cuento de hadas, pero no por ello deja de ser amor. La pasión, la transgresión, la genialidad y la propia tragedia de la vida, pueden resultar un amor más allá de los parámetros normales. Un amor que se pintó de colores y permanecerá plasmado en lienzos y murales por la infinidad del tiempo.
Al momento de la desaparición física de Frida, Diego escribió:“Yo me he dado cuenta que lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida ha sido mi amor por Frida”.