En su último libro, Padres de Plaza de Mayo, Eva Eisenstaedt rescata las historias de una docena de hombres que, desde la periferia, acompañaron el reclamo público de Madres y Abuelas por el secuestro y desaparición de sus familiares.
Por Paula Rey || @paureyc|| 18-05-2014
El secuestro de sus hijos e hijas durante la última dictadura militar, llevó a un grupo de mujeres a reunirse semanalmente en Plaza de Mayo. Con sus pañuelos blancos en la cabeza, aún hoy ellas encarnan el pedido de memoria, verdad y justicia. Sin embargo, quienes se convertirían en las Madres y Abuelas no estaban solas. Existe también un grupo de hombres a los que llaman los Padres de Plaza de Mayo.
Publicado este año por Marea Editorial, Padres de Plaza de Mayo. Memorias de una lucha silenciosa, de la escritora Eva Eisenstaedt, rescata la historia de doce de estos hombres que también sufrieron la desaparición de sus hijos e hijas, quienes apoyaron la lucha por conocer la verdad y reclamar justicia desde un segundo y silencioso plano. El libro, que se presentará el próximo 27 de mayo a las 19 en la Biblioteca Nacional, forma parte de la colección Historia Urgente de la editorial, donde se abordan asignaturas pendientes para la sociedad argentina. Varios de los títulos tratan historias vinculadas con la última dictadura militar, como la de los nietos recuperados o la de los hijos de militantes montoneros que vivieron en Cuba durante la contraofensiva de 1979 y 1980.
“Meternos en la Plaza de Mayo nos llevó años. Este es mi lugar de la memoria. Yo lo necesito”, dice Bruno Palermo, el primer testimonio del libro. En las entrevistas, la autora indaga en la historia de cada uno de los padres, dando cuenta de una variedad de personalidades, orígenes, clases sociales, profesiones, religiones e ideologías que convergen todas en ese hecho inenarrable como es la desaparición de un hijo. El libro no está organizado en capítulos, en cada apartado hay un padre recordando. Las declaraciones están precedidas de fotos pertenecientes a los álbumes familiares, lo que no sólo ayuda a quien lee para imaginar los rostros de los protagonistas, sino que también le dan corporalidad a cada voz presente.
Los relatos construyen también el retrato de una época donde comenzaban a vislumbrarse cambios sociales vinculados con los conceptos de familia y los roles designados a mujeres y hombres. Los padres eran quienes salían a trabajar y mantuvieron esa responsabilidad como proveedores de la casa, aunque ninguno dejó de involucrarse en la búsqueda desesperada de sus hijos secuestrados. Mauricio Brodsky lo describe: “Con mi señora nos dividimos la tarea: yo seguía trabajando, ¡tenía que trabajar!, y me ocupaba de buscar contactos; ella iba a golpear las puertas de la Embajada de Israel, de AMIA y DAIA”.
La desazón y el desconcierto son sentimientos que se repiten en los relatos de estos hombres, la mayoría de los cuales aún hoy, a pesar de la proliferación de juicios por lesa humanidad, desconocen el destino de sus hijos. “Alguna vez lo hablé con otro Padre. ¿Te animás a comprar un arma? Averigüemos de alguien, de algún loco que ande suelto por ahí y les damos su merecido. Es difícil hacer eso. Lo podés pensar, pero de ahí a hacerlo”, admite Ricardo Braveman, en la única referencia en todo el libro a la justicia por mano propia, tan en boga estos días.
“Me sentí desamparado. En DAIA la respuesta fue ‘por algo será’; ninguna contención, ninguna ayuda”, recuerda Abraham Dyszel, uno de los cinco testimonios que dan cuenta también del efecto de la represión en la comunidad judía. Como menciona otro de los padres, Benjamín Schwalb, sobre 1% que representaban de la población total del país, había 1900 desaparecidos. Es decir, el 6% de las 30.000 víctimas del terrorismo de Estado.
El trabajo realizado por Eisenstaedt es tan valioso como novedoso. Solo existe un documental producido en 2009 por Joaquín Daglio, Padres de la Plaza – 10 recorridos posibles, en el que también participaron algunos de los hombres entrevistados por la escritora. El film, estructurado a partir de los recuerdos de estos hombres, fue transmitido por Canal Encuentro. Tanto en el documental como en el libro, la individualidad de cada historia contribuye a construir un dolor que es colectivo.
Las entrevistas recogidas en el libro Padres de Plaza de Mayo fueron realizadas por Eisenstaedt entre 2008 y principios de 2014. En la introducción, la autora explica: “Siempre me conmovieron los pañuelos blancos, las melodías que se refieren a las Madres de Plaza de Mayo, las letras que todos cantan entre sollozo y sollozo. Pero el lugar de los Padres apenas podía intuirlo, imaginarlo”.
¿Por qué decidió escribir sobre los Padres de Plaza de Mayo?
Me inquietaba el lugar que ocupaban porque no estaban visibilizados y creo que era una deuda pendiente que había con ellos. Sobre todo por la dignidad que tuvieron. Porque estuvieron a la par de sus mujeres, desesperados todos. Para mí son admirables.
Las madres comenzaron a agruparse quizás porque tenían otro ímpetu, otra polenta, empezaron con los pañuelos blancos, empezaron a dar vueltas a la Plaza. Los padres se quedaban ahí mirando, porque además, los militares se iban a ensañar más con ellos, porque era hombres. Así que ellos se quedaron en la retaguardia. Como dice uno de los padres, armaban un segundo círculo mientras ellas estaban al frente.
Me inquietaba el lugar que ocupaban porque no estaban visibilizados y creo que era una deuda pendiente que había con ellos. Sobre todo por la dignidad que tuvieron. Porque estuvieron a la par de sus mujeres, desesperados todos. Para mí son admirables.
Las madres comenzaron a agruparse quizás porque tenían otro ímpetu, otra polenta, empezaron con los pañuelos blancos, empezaron a dar vueltas a la Plaza. Los padres se quedaban ahí mirando, porque además, los militares se iban a ensañar más con ellos, porque era hombres. Así que ellos se quedaron en la retaguardia. Como dice uno de los padres, armaban un segundo círculo mientras ellas estaban al frente.
¿Cómo fue que se acercó a los Padres?
A algunos ya los conocía porque tenía contacto con algunas Madres por mi libro anterior (Sobrevivir dos veces. De Auschwitz a Madre de Plaza de Mayo sobre la vida de Sara Rus), entonces comencé a verlos a ellos. A otros llegué a través de recomendaciones. Mi primer acercamiento fue preguntarles cómo están hoy. Y a partir de ahí fui yendo para atrás y preguntando de dónde provenían, cuáles eran sus orígenes, a qué se habían dedicado, de donde habían venidos los padres y abuelos. Era muy diverso porque cada padre recorrió otra vida, aunque después todos coinciden en la desaparición del hijo. Es de una crueldad y de una impunidad atroz, porque todos estos padres que venían de vidas comunes, haciendo sus tareas, que tenían a los hijos que estudiaban, de pronto, de la noche a la mañana esos hijos no volvían. Se quedaron esperándolos. ¿Y esperando cuánto tiempo? Y ahí es donde se acaban las palabras porque no volvieron nunca más. Yo creo que este plan tan perverso, no solo era el secuestro y la tortura, era la desaparición que le impedía a estos padres saber qué había pasado, dónde estaban, poder hacer un duelo, recuperar su cuerpo, hacer sus rituales funerarios. Nada de eso. Y es el día de hoy que no saben qué pasó.
A algunos ya los conocía porque tenía contacto con algunas Madres por mi libro anterior (Sobrevivir dos veces. De Auschwitz a Madre de Plaza de Mayo sobre la vida de Sara Rus), entonces comencé a verlos a ellos. A otros llegué a través de recomendaciones. Mi primer acercamiento fue preguntarles cómo están hoy. Y a partir de ahí fui yendo para atrás y preguntando de dónde provenían, cuáles eran sus orígenes, a qué se habían dedicado, de donde habían venidos los padres y abuelos. Era muy diverso porque cada padre recorrió otra vida, aunque después todos coinciden en la desaparición del hijo. Es de una crueldad y de una impunidad atroz, porque todos estos padres que venían de vidas comunes, haciendo sus tareas, que tenían a los hijos que estudiaban, de pronto, de la noche a la mañana esos hijos no volvían. Se quedaron esperándolos. ¿Y esperando cuánto tiempo? Y ahí es donde se acaban las palabras porque no volvieron nunca más. Yo creo que este plan tan perverso, no solo era el secuestro y la tortura, era la desaparición que le impedía a estos padres saber qué había pasado, dónde estaban, poder hacer un duelo, recuperar su cuerpo, hacer sus rituales funerarios. Nada de eso. Y es el día de hoy que no saben qué pasó.
¿Cómo los marcó la desaparición de ese hijo en las relaciones familiares?
Severamente. Como dice uno de los padres, hubo un antes y un después de la desaparición de esos hijos. Y esto se vivió de la misma manera en todas las familias. De ahí surge otro tema que me parece muy interesante que es el de los hermanos, empezar a pensar en los otros hijos. Porque cada uno lo vivió de otra manera. Estos padres y madres que salían, que buscaban por todos lados o no hablaban de otra cosa. Es una situación muy difícil de imaginar.
Severamente. Como dice uno de los padres, hubo un antes y un después de la desaparición de esos hijos. Y esto se vivió de la misma manera en todas las familias. De ahí surge otro tema que me parece muy interesante que es el de los hermanos, empezar a pensar en los otros hijos. Porque cada uno lo vivió de otra manera. Estos padres y madres que salían, que buscaban por todos lados o no hablaban de otra cosa. Es una situación muy difícil de imaginar.
Entre los padres hay quienes mencionan el desinterés de sus nietos, e incluso en algún caso el de sus otros hijos, ¿cómo los afecta esto?
La apoliticidad de los nietos es algo que les duele mucho. El tema es que a veces no tienen información. También depende mucho de la escuela a donde vayan, en algunas se habla mucho del tema y en otras nada. Yo voy todos los 24 de marzo a la marcha y es un tema el seguir sosteniendo la bandera. Muchos de estos abuelos ya no pueden ir y quizás diez años antes podrían haber llevado a sus nietos. Creo que tienen que hablarles, aunque los chicos a veces no quieran, porque después no tienen a quién preguntarle.
Yo que trabajé muchos años con los sobrevivientes del Holocausto les digo a los nietos que hablen con sus abuelas porque los hijos no saben ni la mitad de las cosas, ni dónde queda en el mapa el lugar de dónde era el abuelo. Por eso es que también me pareció importante que en el libro contaran de dónde son, qué hacían ellos y sus padres.
La apoliticidad de los nietos es algo que les duele mucho. El tema es que a veces no tienen información. También depende mucho de la escuela a donde vayan, en algunas se habla mucho del tema y en otras nada. Yo voy todos los 24 de marzo a la marcha y es un tema el seguir sosteniendo la bandera. Muchos de estos abuelos ya no pueden ir y quizás diez años antes podrían haber llevado a sus nietos. Creo que tienen que hablarles, aunque los chicos a veces no quieran, porque después no tienen a quién preguntarle.
Yo que trabajé muchos años con los sobrevivientes del Holocausto les digo a los nietos que hablen con sus abuelas porque los hijos no saben ni la mitad de las cosas, ni dónde queda en el mapa el lugar de dónde era el abuelo. Por eso es que también me pareció importante que en el libro contaran de dónde son, qué hacían ellos y sus padres.
¿Qué fue lo que más la emocionó de los relatos?
El haber podido resistir, cada uno como pudo. Uno desde el silencio, desde el no hablar, el otro desde la depresión, otro se puso en actividad, otro necesito moverse siempre de la mano de su mujer. Me parece que la resistencia es lo que los une y la dignidad que tuvieron todos. Y por eso la necesidad de visibilizarlo. Esos padres estaban ahí, buscando, trabajando porque había que mantener la familia, había otros hijos. Creo que ha sido muy valioso el testimonio de ellos y les estoy muy agradecida. Para mí esto era una obligación, no los podía defraudar. Tenía que terminar en papel y en un libro, lo mejor posible. Creo que lo merecen.
El haber podido resistir, cada uno como pudo. Uno desde el silencio, desde el no hablar, el otro desde la depresión, otro se puso en actividad, otro necesito moverse siempre de la mano de su mujer. Me parece que la resistencia es lo que los une y la dignidad que tuvieron todos. Y por eso la necesidad de visibilizarlo. Esos padres estaban ahí, buscando, trabajando porque había que mantener la familia, había otros hijos. Creo que ha sido muy valioso el testimonio de ellos y les estoy muy agradecida. Para mí esto era una obligación, no los podía defraudar. Tenía que terminar en papel y en un libro, lo mejor posible. Creo que lo merecen.