En la actualidad la isla se encuentra en un proceso de profundos cambios en las estructuras sociales que la rigieron desde 1959, tras el triunfo de la revolución. “Fifo”, es el sobrenombre que se utilizó en la isla para apodar a Fidel Castro Ruz durante los años ‘70, los años dulces de la Revolución Cubana.
En julio de 2006, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro cedió el mando del proceso social y político revolucionario a su hermano menor, Raúl. Desde entonces, este último, encabeza una serie de políticas económicas y sociales de reestructuración que generan, por momentos, incertidumbre en las calles. Curioseando las ciudades y los pueblos, surgen diversos interrogantes sobre la vida diaria cubana. Poco responde a lo que supieron ser las victorias sociales revolucionarias, pero todavía no se terminan de definir las nuevas reglas de juego.
La calle
Los códigos de convivencia cubanos son bastante especiales. Llegar a descubrirlos exige, para el observador, naturalizarse en su sociedad. Al caminar La Habana de los barrios, esa que el gobierno isleño se esfuerza enérgicamente para dejar lejos del ojo extranjero, se puede observar la realidad cotidiana cubana, la rutina de la persona que con su Libreta Alimentaria debe ir a la bodega [1] para conseguir víveres a precios irrisorios (siempre y cuando los productos hayan llegado). La Libreta, por otra parte, se encuentra en vías de extinción: en septiembre de 2010, Fidel aseguró que “el modelo socialista está acabado”, ya no puede dar respuestas siquiera a sus propios ciudadanos.
La Libreta Alimentaria fue una de las medidas fundamentales de la revolución. Desde 1962, y a partir de ella, se garantizaron alimentos y correcta nutrición a todos los cubanos, en las distintas etapas de sus vida. Hoy, cada vez menos productos se encuentran bajo la subvención estatal. En diciembre de 2011 ocurrió el último recorte. Quedaron fuera del sistema la pasta dental, el detergente, el jabón de tocador y diversos productos de higiene personal. Los únicos que aún figuran en las planillas con el viejo diseño socialista son el arroz, los frijoles, el azúcar, el café… comida para tres, cuanto mucho, cuatro días.
Por otro lado, hablar con cubanos que hayan vivido los tiempos anteriores a la Revolución, tiempos en donde la violencia de la dictadura de Batista se encontraba a la orden del día -con el fin de apaciguar los primeros sismos sociales que provocaba el Movimiento 26 de Julio-, y que hayan vivido los tiempos posteriores, es una lección de vida.
Simón es un viejo de unos 90 años, que todos los domingos, religiosamente, camina lento y tranquilo hacia el Callejón de Hamell, hogar y templo escondido de la rumba en La Habana. En este punto de la capital se funden la calidez propia del Caribe con la magia de la sangre africana en un ritual de danza que comprende el enfrentamiento y posterior comunión artística de los cuatro principales dioses de la religión afro-cubana: la Santería. Este hombre, que es viva muestra de la buena salud de la tercera edad cubana, no solamente disfruta del baile, sentado con un puro encendido a medio terminar. De vez en cuando hasta le da por bailar y se abre paso entre los apretados cuerpos caribeños para acercarse a la improvisada pista de baile. Simón es quien después me va a contar, también a ritmo apaciguado y detenido, que es verdad: en Cuba no hay mucho, pero lo poco que hay le pertenece a todos. Le tiembla la voz cuando me cuenta cómo fue que su vida cambió en conjunto con la de toda Cuba a partir de la realización material del ideal de su Comandante, Fidel Castro Ruz, hombre que encuentra una opinión común entre quienes lo apoyan y quienes se oponen a su ideal igualitario.
A Fidel no lo van a poder matar, Fidel morirá cuando él así lo quiera, sea por viejo o por enfermedad, él morirá por causa natural.
Contexto
En el contexto nacional, ni bien el gobierno revolucionario salió del horno, ya quisieron desestabilizarlo. Actuando en consecuencia, la revolución tomó rápidamente medidas que beneficiaron a las masas cubanas, consiguiendo su apoyo incondicional, a la vez que se desmarcaba de las doctrinas del imperialismo.
La reforma agraria de 1959, la libreta alimentaria desde 1962, la salud pública gratuita y universal desde 1966, una intensa campaña de alfabetización que le permitió a la Revolución Cubana dar por erradicado el analfabetismo en la isla en 1966, fueron algunos de los primeros cambios concretos que ampliaron los derechos sociales y asentaron las bases para que la Revolución llegara para quedarse.
Al mismo tiempo, en el contexto internacional, Cuba pasó a ser una pequeña isla con convicciones emancipadoras más fuertes que la devoción ciega por la libertad absoluta a las fuerzas de mercado predicada en los Estados Unidos. En este marco comenzó a ocupar un lugar estratégico-militar de peso en una geopolítica polarizada: dos potencias mundiales durante 40 años mantuvieron una guerra tan pero tan fría –La Guerra Fría, propiamente dicha- que nunca se dispararon un proyectil en un conflicto abierto entre ambas. Siempre debieron hacerlo por medio de terceros, como fueron la invasión estadounidense en Vietnam mientras la ex URSS apoyaba en un secreto a viva voz al Vietcong, o en sentido inverso con la invasión soviética a Irak mientras los EE.UU. hacían lo propio con la resistencia comandada por Osama Bin Laden.
Ocupando este lugar, Cuba se encontraba manteniendo una relación privilegiada con el campo socialista. La Unión Soviética protegía a Cuba mientras se desarrollaba y educaba.
Un Período especial en tiempos de paz
La enorme cantidad de palmares, las casas bajas, los pastos altos y los pocos animales son vistas repetidas al recorrer las rutas cubanas. A lo largo y ancho del país, hacia el horizonte, se pueden ver extensas cantidades de tierras fértiles sin sembrar. La isla cuenta con un campo poco tecnificado, en contraposición al “desarrollado”, industrializado y envenenado campo argentino.
Son pocos los campesinos que todavía deciden explotar las tierras cubanas, generalmente son los mismos que consiguieron una dignidad soñada a partir de la Reforma Agraria. Son los ahora ancianos, que bajo la proclama revolucionaria “La tierra es de quien la trabaja”, quienes pudieron finalmente dejar de ser peones para ser dueños de las tierras que trabajaban.
“No son muchos los hijos de campesinos que prefieren quedarse a trabajar el campo”, nos cuenta Henry. Bajo el violento sol caribeño, las distintas labores agrarias que realiza Henry como campesino tabacalero se asimilan más a trabajo forzado que a calidad de vida. La otra posibilidad: una carrera universitaria o una vida relacionada al turismo en el enclave turístico más cercano.
En 1990, ante el desarme del bloque soviético, Cuba queda totalmente aislada del mundo. La primera consecuencia fue el “Período especial en tiempos de paz”, la crisis económica más fuerte que ha vivido la isla en su historia. Esta crisis, que ajustó los cinturones cubanos casi hasta la asfixia, obligó al gobierno a tomar rápidas medidas para hacer sobrevivir al convaleciente modelo socialista.
Desde 1994, el gobierno cubano decidió que una de las nuevas formas de sostener su economía sería incentivar el turismo. A partir de entonces se crearon empresas de capital mixto entre la isla y las principales cadenas hoteleras del mundo para desarrollar enclaves. Esos pequeños territorios se comenzarían a llamar poco tiempo después “zonas verdes”, casualmente el mismo color de la moneda que pagaría las deudas internacionales de la isla. El turismo se implementó de la misma forma en que se utiliza un suero hospitalario: una urgente necesidad de nutrientes que devolvieran estabilidad al organismo, que en este caso serían las divisas americanas.
Cuando la URSS deja formalmente de existir, a finales de 1991, Cuba se encuentra desesperada y prácticamente huérfana. Con una inmensa cantidad de caña de azúcar y azúcar refinada lista para ser exportada, pero imposibilitada para comercializarla como consecuencia del bloqueo estadounidense. Todavía no existía la nueva corriente de gobiernos de centro-izquierda en Latinoamérica y no aparecía otra opción que no fuera invadir las playas de turistas.
Los tiempos cambian, la gente también
Culturalmente, Fidel había vaticinado las asperezas que se iban a gestar en el seno de la sociedad cubana por influencia turística. El turismo gringo y europeo trajo liquidez y divisas, pero también las lecciones del capitalismo: el dinero trae problemas.
Se pueden distinguir rápidamente tres generaciones en la sociedad cubana: la generación revolucionaria, formada por quienes han combatido en la Sierra Maestra para expulsar al imperialismo de la isla; la generación hija de los revolucionarios, que integran quienes han crecido con una fuerte impronta de entrega en el estudio y en el trabajo para beneficiar a la comunidad; y, por último, los nietos de la Revolución. Hoy en día, esta última generación tiene entre 15 y 30 años y se evidencian en ellos claros síntomas de contagio de las formas y ansiedades propios de una sociedad de consumo. No hace falta más que hablar con cualquier madre o padre de un/a joven en la veintena para conocer los resultados del permanente contacto con los turistas.
Actualmente, son cada vez menos los chicos que estudian una carrera universitaria. A contrapelo de la lenta y tambaleante recuperación de la economía isleña, los jóvenes saben lo que quieren, y lo quieren ya. El objetivo: un o una turista con dinero que pueda sacarlos de la isla. Pero no quieren terminar sus vidas fuera de Cuba, sino trabajar algunos años en el exterior y regresar a su tierra para vivir en mejores condiciones.
Los cambios y las influencias a las que se ven expuestos quienes van a tomar la posta del proceso revolucionario pueden hacer que éste peligre. Se ha perdido la cultura de trabajo que permitió, algunas décadas atrás y en otro momento histórico, que Cuba produjera varios de los bienes materiales que necesitaba para subsistir.
En medio de las convulsiones económicas y sociales, y con el peligro que significa tener una dirigencia posiblemente desactualizada, la experiencia social revolucionaria está intentando encontrar su camino para subsistir en sus ideales primarios: la igualdad de derechos para toda la sociedad y una calidad de vida digna para todos sus ciudadanos.
Notas
[1] Bodega: pequeño dispensario de alimentos.