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El Fantasma

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Sebastián Robles es autor de la novela Los años felices (Pánico al pánico, 2011) y escribe habitualmente en Revista Paco. En una oportunidad dialogó con Alrededores y salió esta extensa entrevista donde contó, entre varias cosas, sobre su próxima novela Las redes invisibles. A continuación un cuento de su autoría publicado en la antología Escribir después (Outsider, 2012) compilada por Luciano Lutereau y Esteban Dipaola. 

Por Sebastián Robles || @sebrobles || 23-04-2014

Para Leandro


Mi primer fantasma llegó a los pocos días de mi octavo cumpleaños. Apareció alrededor de la medianoche y se quedó parado al lado de mi cama, lloriqueando. Su piel era pálida como uno imagina que debe ser la de un fantasma. Sus labios, como delineados de azul, se contraían en una mueca de tristeza que brillaba en la oscuridad. Parecía de la misma edad que yo. Llevaba puestos un pantalón azul corto y una remera de Mickey bañada en sangre. Una membrana blanca le cubría las retinas. Asombraba su capacidad de llorar: era lo único humano que quedaba en él.
Mis músculos se tensaron abajo de las frazadas. No me animaba ni siquiera a parpadear. Nos quedamos así durante un largo rato hasta que en algún momento dio la media vuelta y salió del dormitorio, arrastrando los pies.
El día siguiente fue tranquilo. Pensé que todo había sido una pesadilla. Pero a la noche el fantasma volvió. Una. Y otra. Y otra vez. Se quedaba al pie de mi cama hasta que en algún momento decidía que ya era suficiente. A veces sus visitas eran breves, pero otras veces se quedaba en mi dormitorio casi hasta la salida del sol, sin hacer otra cosa que llorar.
Una noche le hablé.
—¿Quién eres? —le pregunté con la cara apretada a la almohada, imitando el acento de los doblajes de las películas, porque me pareció que el cine es el idioma en el que hablan los fantasmas, los valientes y los policías de Los Ángeles y Nueva York.
Creí distinguir una vacilación en su silencio, pero al final no dijo nada.
A la noche siguiente se repitió la escena:
—¿Quién eres? —otra vez.
Y el mismo resultado.
Así todas las noches hasta que me animé a más:
—Si no me dices quién eres —dije debajo de la frazada—, me veré en la obligación de llamar a mis secuaces.
Pensaba en mis mejores amigos. Eran tres compañeros de colegio, un gordito, un colorado y un chico con dificultades de aprendizaje. Ojalá que muerda el anzuelo, pensé, como si mis ideas ya hubieran adoptado su lenguaje.
Entonces escuché un susurro. Parecía querer decir algo. Por primera vez le sostuve la mirada.
—¿Qué cosa? —pregunté, desafiante—. Dímelo. No tengo miedo.
Y él habló.
—Soy la réplica humanoide de lo que ustedes consideran un fantasma —dijo en voz neutra y monocorde, como la de una computadora que interpreta un texto programado digitalmente—. Fui creado con el sólo propósito de registrar las reacciones de los niños ante mi presencia, como parte de una investigación para entender la muerte humana. Tú has sido uno de los elegidos. No puedo decirte las razones, que de todas formas no entenderías. Ahora mi misión contigo ha terminado. Debo reportarme a mi planeta. Gracias. Y adiós.

Por un tiempo dormí bien. Hasta que empezaron a pasar algunas cosas. No a mí, sino a los demás.
El primero fue mi amigo el gordo Juan. Un día llegó pálido al colegio. Le dijo a la maestra que no había dormido, pero no quiso explicar por qué. Temblaba. El episodio se repitió todos los días a partir de entonces. Yo dormía bien desde hacía varias semanas. Imaginé de inmediato las razones de su insomnio. Al principio pensé en acercarme a él y revelarle la fórmula para liberarse de las visitas nocturnas. Pero al final no le dije nada. Cada cual con su propio aprendizaje, pensé. Me sorprendió la idea, tan de adulto, tan diferente a mí.
Quizás hubiera sido mejor decirle algo. Porque tres meses más tarde, el gordo Juan murió. Papá me lo contó. Su vieja lo encontró a la mañana en la cama. Le agarró un infarto. O algo parecido. Los médicos no lo sabían todavía, pero suponían que había sido desatado por alguna enfermedad desconocida, cuyo único síntoma era el insomnio de noche.
—Puede ser una especie nueva de viruela o de paperas. Por eso es importante que vos vayas a hacerte los chequeos cada tanto —me apuntó papá—. Hace un tiempo no dormías bien y al final nunca supimos por qué.
Quise decirle algo, pero me callé. Me hice los chequeos para no discutir con él.
—Se murió de miedo —le comenté a Martín, que me miró con desconfianza.
En poco tiempo murieron siete chicos y chicas de entre dos y dieciocho años, todos de la misma manera. Cuando hablábamos del tema con mis amigos, terminábamos contando chistes o nos callábamos de repente. Todos sabíamos algo distinto y ninguno lo sabía todo. Yo sabía que a Martín le había contado Julián que a Mariela la visitaba de noche un fantasma. Pero Mariela no lo reconocía abiertamente, y por otra parte me habían dicho que el fantasma en realidad la visitaba a una tal Camila Rosales, que iba a quinto grado en otra escuela de la zona. Eran leyendas que los adultos atribuían a los delirios de la fiebre, y que nosotros mismos repetíamos poco y con culpa. Si llegabas a los dieciocho años, estabas a salvo. Terminabas el colegio y ya no te pasaba más nada, como si esa edad —pensaba yo— fuera el límite que los extraterrestres habían fijado a su investigación.
Un día le tocó a Martín.
Los médicos dijeron de entrada que había quedado loco para siempre. Lo encontraron una mañana, en el techo de su casa, amenazando con tirarse. Había menos de dos metros y medio hasta el suelo. Tenía alucinaciones y de a ratos los ojos se le ponían en blanco. Balbuceaba incoherencias. Secuelas de la fiebre, decían los adultos. Después de algunos meses ya no pudo hablar.
A los diez u once años, el que empezó a recibir las visitas nocturnas fue Manuel, otro compañero del colegio. Era el único amigo que me quedaba, así que lo llevé aparte y le dije:
—Mirá, la cosa es así: para que el pibe no te visite más, tenés que decirle “Si no me dices quién eres, me veré en la obligación de llamar a mis secuaces”.
El colorado me miró extrañado, con los ojos atravesados por la somnolencia, y me preguntó:
—¿Qué? ¿Vos también tuviste paperas?
—¿Cómo paperas? —pregunté, tras un breve silencio.
—Esta enfermedad. Mi mamá me dijo que se llama así.
—¿Y cómo es esa enfermedad?
—Un chico bañado en sangre te visita de noche —respondió—. Y no te deja dormir.
Volvimos al silencio y luego pasamos a otros temas. Más tarde, mientras acomodábamos las tarjetas y el tablero de El Estanciero, le pregunté:
—¿Puedo ir a dormir a tu casa esta noche?
Tragó saliva. Me miró con una mezcla de terror y asombro que duró un segundo. Bajó la mirada y se encogió de hombros.
—Si no te molesta contagiarte… —murmuró.
Así que organizamos la expedición.
Yo llevé linternas. Manuel se ocupó de cargar las cantimploras.
—Gracias —me dijo mientras lo hacía.
Nos abrazamos.
—¿Te acordás de las palabras, no?
Él asintió. Temblaba. Le dije que todo iba a salir bien.
Al final llegó la noche. Los padres de Manuel me habían preparado un colchón al lado de su cama, sobre el suelo. En algún momento miramos el reloj. Eran las once y media.
—¿Apagamos la luz?
La habitación de Manuel era más oscura que la mía, a pesar de que la puerta había quedado entreabierta.
—Probé cerrarla con llave —aclaró Manuel—, pero no sirvió de nada. No sé cómo la abrió.
—¿Por qué nunca te animaste a hablarle? —quise saber.
—Tenía miedo —se justificó—. Ahora que estás vos, es diferente.
Nos quedamos en silencio. Del otro lado de la persiana se escuchaba el murmullo de los árboles y algún auto que pasaba de vez en cuando. En la casa no se movía nadie, no había ni siquiera un gato para confundirnos con sus pisadas.
De repente me invadió el terror. ¿Y si la fórmula no daba resultado? Estaba tan seguro de que sí, que hasta ese momento no se me había ocurrido la posibilidad de que fallara. Pero… ¿qué tal si yo había sido objeto de un engaño? Una especie de simulacro o trampa destinada a… no sabía a qué.
Me revolví en la cama. Aunque desde mi lugar no podía verlo, tenía la sensación de que Manuel también estaba despierto en la oscuridad. Con el paso de los minutos, la idea empezó a cobrar sentido. El fantasma me había dicho que formaba parte de un experimento para estudiar la naturaleza de la muerte humana, pero ¿y si no era cierto? Quizás su respuesta también formara parte del experimento, igual que mi reacción de ahora. Tal vez el objeto de estudio fuera otro.
Me estremecí.
El miedo. Era una posibilidad. Los extraterrestres estaban estudiando el miedo y las respuestas de los niños para enfrentarlo. La mía era una entre muchas otras. La de Manuel era una distinta. De la combinación de nuestros dos miedos surgía una tercera forma más compleja. Entonces me sentí valiente, como si una mano alienígena me estuviera dibujando un diez en el cuaderno de notas. No podía esperar a que apareciera el fantasma para demostrarle a él, a Manuel y al grupo de científicos extraterrestres a cargo de la investigación, que yo no le tenía miedo a nadie.
En algún momento me quedé dormido. Esa noche el fantasma no apareció.
—Para mí, se avivó de que éramos dos y por eso no vino —arriesgó Manuel al día siguiente.
Yo me encogí de hombros.
—Igual me creés… ¿no? —preguntó.
Sentí que su cordura pendía de mi respuesta.
—Más vale —dije.
A la mañana siguiente lo vi en el colegio. Estaba pálido y temblaba como una hoja.
—Vine solamente para contarte algo —dijo—. Anoche volvió el chico y le dije lo que vos me dijiste. La fórmula para que me dejara en paz.
—¿Y? ¿Qué pasó? —pregunté.
Sacudió la cabeza.
—No funcionó —dijo.
Dos días más tarde apareció muerto en su cama. 

Y pasaron las semanas, que se hicieron meses, que se hicieron años. De vez en cuando veía una cara inusualmente pálida a la mañana antes de clases. Era cuestión de apostar cuánto más iba a durar. La epidemia no daba tregua por mucho que los adultos se esforzaran, y yo sabía que esos esfuerzos eran en vano porque partían de un mal diagnóstico. La verdad estaba lejos, en otro lado. No le conté esta historia a nadie, aunque pensé mil veces en hacerlo. Tampoco la oculté con premeditación. Simplemente, no sabía cómo empezar sin que me tomaran por un delirante. Al fin y al cabo, con el tiempo, ni yo mismo me la terminaba de creer. ¿Fantasmas? ¿Extraterrestres? Los recuerdos se acumulaban como en el canasto de la ropa sucia. Mis amigos y yo, los sobrevivientes, nos dirigíamos firmes –aunque sin saber por qué– a la mayoría de edad.
—Lo conseguí —me dije a mí mismo el día de mi cumpleaños.
Me sentía viejo y satisfecho, como si la peor parte de mi vida ya hubiera quedado atrás. Casi había enloquecido preguntándome el motivo por el cual el fantasma me dejó vivir a mí y no a los demás. Pero en algún momento me di cuenta de que no había nada que entender. Porque el objeto del experimento fue otro. No eran la muerte humana ni su efecto en los niños los interrogantes que impulsaban a la raza alienígena que nos observaba desde alguna parte. A su avanzada tecnología no le interesaban nuestros misterios ni necesidades, mucho menos nuestras conductas. En rigor de la verdad, ni siquiera sentían curiosidad por los seres humanos, a los que consideraban una combinación de materia y energía cósmicas de escasa complejidad. Les importaba otra cosa, mucho más precaria y fugaz. 
Tomé aire y soplé fuerte para apagar las dieciocho velas de una sola vez.
Lo que les importa es el azar, pensé.



Misterio

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Laureana Cardelino nació en La Plata. Estudió Letras en la UNLP y es profesora de Literatura en escuelas secundarias públicas y tiene un taller literario para adolescentes. Además de escribi poesía, es compositora, cantante y guitarrista en las bandas de rock Bazaar Camión. De esta segunda hay una entrevista que Alrededores le hizo; aquí se puede leer. Tiene 4 discos editados, uno en preparación; y un libro de poemas que espera publicar prontamente. Integra el grupo de poetas Las Pibas.


Por Laureana Cardelino || bukimccoy@yahoo.com.ar || 25-04-2014


Retomo el hilo de las tardes.
Acepto su destilo.
Entreveo.
Guardo y cierro
los aromas de ese tiempo
en que las flores
ya lo han dado todo
y sucumben a la noche.

Tengo miedo de las cosas
que se disparan solas,
como los recuerdos.

Atesoro los instantes de caída.
Encuentro lo que quiero.
Sueño.
Guardo y cierro
los aromas de ese tiempo
en que las flores
ya lo han dado todo.


Motociclistas se manifestaron en contra del decreto de Scioli

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Anoche, Daniel Scioli fue invitado al programa La Cornisa emitido por América y conducido por Luis Majul. Para sorpresa de todos, cientos de motociclistas se autoconvocaron en la puerta del canal manifestando su desacuerdo contra la resolución 224/14 que determina la obligatoriedad del uso de cascos y chalecos reflectantes con la patente del vehículo impresa. Una cantidad similar a los manifestantes fue el número de agentes de la Policía Federal que custodiaron las calles. Incluso se llegó a ver junto al patrullero una cámara.


Por Luciano Sáliche || @LucianoSaliche || 28-04-2014


A partir del 15 de abril comenzó a regir en la provincia de Buenos Aires la medida impulsada por el gobernador Daniel Scioli que obliga a los acompañantes motociclistas a usar un chaleco donde esté impresa la patente del vehículo; lo mismo con el casco. La resolución fue publicada en el Boletín Oficial Bonaerense bajo el número 224/14 como parte del plan de emergencia de seguridad. Además, la resolución incluye la restricción de circular con un acompañante en zonas bancarias y comerciales en determinados horarios, la cual deberá ser coordinada con los municipios. Quienes no cumplen incurren en una falta a la Ley de Tránsito nº 13.927 y se les secuestra el vehículo y se les quita la licencia de conducir.

La medida aparece en un marco peculiar: la delincuencia como noticia predominante en los medios de comunicación y las redes sociales aflojaron el cerco que el kirchnerismo se había impuesto para no revelarlo como un problema inmediato. Durante el año pasado un fenómeno muy mediatizado logró instalarse en la opinión pública, lo motochorros: metodología delictiva de dos personas en una moto que permite una mayor velocidad para la fuga. La respuesta de Daniel Scioli frente a este tema fue inesperada porque apuntó con este decreto contra todos los motociclistas esperando disminuir la tasa de inseguridad.

Uno de los manifestantes, apodado Charly, dijo a Alrededores que “no estamos de acuerdo con la ley porque no soluciona nada, primero porque no nos gusta andar disfrazados y segundo porque la ley está muy en el aire. No sabemos si el chaleco lo tiene que usar el acompañante, el conductor o los dos. Ya hubo casos de que la policía secuestró motos y siempre fueron razones distintas: a uno le pidieron el casco, a otro dos chalecos, entonces estamos en una encrucijada”. Además, agregó que “es fácil truchar así las patentes. Cuando uno de nosotros esté trabajando o llevando a los chicos al colegio, un delincuente puede estar robando con nuestra patente trayéndonos muchos problemas. Además hay muchos de nosotros que tenemos más de una moto y esto nos sale plata”.

Mientras la manifestación ocurría, en el piso de América Daniel Scioli hablaba con Luis Majul sobre la lucha que está llevando su gobierno contra el narcotráfico, el tema que se instaló rápidamente en los grandes medios de comunicación. Sobre el reclamo de los motocilistas por las nuevas medidas dijo: "entiendo la incomodidad pero pensemos en lo general y tenemos que prevenir". Además resaltó que "desde la implementación se redujo drásticamente la problemática de los motochorros".

Afuera, en la intersección entre Fitz Roy y Gorriti se realizaron bocinazos y además se encendieron todos los motores para causar el mayor ruido posible. “Nos meten a todos en la misma bolsa porque nosotros no somos ladrones. Es una ley que no está clara y que nos perjudica”, continuó nuestro testimonio que prefirió aparecer por su apodo Charly.


La presencia policial era contundente. Casi la misma cantidad de manifestantes era el número de federales. La calle Gorriti estaba cortada a la altura de Humboldt por un cordón de unas 20 motos policiales y sus correspondientes agentes. La circulación no era del todo libre ya que había policías que preguntaban a los transeúntes que caminaban sin formar parte de la protesta hacia dónde se dirigían. A metros de la entrada del canal América yacían varios patrulleros donde un policía portaba una cámara que parecía grabar la manifestación. Algo ya denunciado varias veces por diferentes agrupaciones de izquierda y de derechos humanos luego de que se confirme la existencia del llamado proyecto X.

El gran problema detrás de la medida es la estigmatización del motociclista porque generaliza de una manera simplona a todo aquel que porta una moto como potencial delincuente. La profundización del giro hacia la derecha del kirchnerismo en medida de seguriad se evidencia en este decreto que se suma a temas instalados desde el Gobierno como la propuesta de establecer un mecanismo para regular los piquetes y la protesta social y también la baja de imputabilidad hasta los 16 años.

La convocatoria de los motociclistas se dio a partir de varios grupos de Facebook, entre ellos Las personas no se patentan, donde se pedía manifestarse con total tranquilidad.

“Sabemos que Scioli no va a salir a hablarnos pero lo que queremos es que sepa que estamos disconforme con el decreto”, concluyó el manifestante entrevistado por Alrededores.

Los Coleman se mudan a calle Corrientes

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Mucho se ha dicho sobre La omisión de la familia Coleman, una obra que se convirtió en un hito dentro del teatro independiente ¿por qué? No sólo por mantener en cartel después diez años de haber estrenado ni por haber sido representada en decenas de ciudades en todo el mundo sino y, esencialmente, porque demostró que la calidad artística rompe fronteras, prejuicios y parámetros estandarizados para las formas del teatro.
Por Natalia Gauna
La Omisión de la familia Coleman nació en una casa en el barrio de Boedo que, con los años, se convirtió en Timbre 4, uno de los teatros más representativos del circuito off. Hoy es una de las escuelas de actuación más prestigiosas de Buenos Aires.
El actor, director y dramaturgo, Claudio Tolcachir es el artífice de este sueño que es real: talento, vocación, trabajo y éxito. La combinación por la cual todos alguna vez hemos escuchado hablar de esta peculiar familia.

Alrededores entrevistó a los actores Fernando Sala, Araceli Dvoskin, Miriam Odorico y Tamara Kiper quienes nos contaron cómo es hacer la obra después de diez años y cuáles son las expectativas para esta nueva etapa.

La omisión de la familia Coleman se reestrena el 2 de mayo la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza. Av. Corrientes 1660. Funciones: Viernes 22hs | Sábados 20hs | Domingos 19hs. Localidades desde $200
Ficha artística-técnica
Actúan: Araceli Dvoskin (Abuela), Miriam Odorico (Mémé), Inda Lavalle (Verónica), Fernando Sala (Marito), Tamara Kiper (Gabi), Diego Faturos (Damián), Gonzalo Ruiz (Hernán), Jorge Castaño (Médico)
Libro y dirección: Claudio Tolcachir
Asistencia de dirección: Macarena Trigo

Pop Latinoamericano: Elio La Luz

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Elio La Luz se presentará el sábado 10 de mayo en el Rosedal de Palermo, como parte del programa cultural Bandas por Barrios. En dialogo con Alrededores, este cantautor, oriundo de San Bernardo (Buenos Aires), se define como un compositor de aquello que siente, y que esto es percibido por sus oyentes.

Por Sebastián Rodríguez || @sebas_carp1988 || 04-05-2014


La Luz es un cantautor de música pop, de corte latino internacional. Comenzó en la música a los 9 con clases de guitarra. Formó parte de varias bandas de rock en las que cantaba y componía pero en 2012 se lanzó como solista. En 2013 grabó Estés donde Estés, su primer álbum discográfico, junto al productor Ariel Pérez en Doctor Records.

Es la primera vez que te presentás en Bandas por Barrios¿Cuánto le suma a tu carrera?

Le suma una linda e interesante experiencia.

¿Cuáles fueron tus influencias musicales?

Realmente, no sé qué fue lo que más me marcó porque comparto muchísimos géneros musicales y puedo escuchar hasta lo inimaginable, o engancharme escuchando algo super tecno y, de repente, folklore. En lo nacional, siempre me gusto mucho Soda Stereo, pero lo que realmente me ha inspirado y emocionado desde muy chico es Joe Satriani.

¿Cómo llegás al corazón de los oyentes?

Compongo y escribo lo que siento realmente. Creo que el oyente lo percibe en mis canciones.


¿Cuáles son las metas que tenés en tu carrera musical?

No tener la necesidad de dedicar mi tiempo en otro trabajo  que no tenga que ver con la música. Es decir, poder dedicarme tiempo completo a la música.

¿Qué proyectos tenés para este año?

Comencé a trabajar en un segundo disco solista, el cual todavía está en sus inicios básicos. Pero calculo que voy a tener el agrado de presentar para dentro de unos meses. También planeo una gira a nivel nacional por el centro y norte del país, y básicamente continuar con las grabaciones de los nuevos temas que integraran el nuevo CD.


Empezaste a los 9 años, pero recién el año pasado sacaste tu disco como solista. ¿Cómo fue ese periodo en el que anduviste pasando por diferentes bandas?

Con las bandas no avanzábamos. Solo logré algo de experiencia técnica. Pero, como solista, el no esperar ni depender de otros integrantes, te hace no tener excusas para ir al frente en todos los aspectos.



Trabajadores del metal

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Megadeth desbordó el Estadio Malvinas Argentinas en el día del trabajador. Alrededores presenció el show del cuarteto estadounidense liderado por Dave Mustaine, que combinó clásicos con algunos temas del veinteañero “Youthanasia”.

Por Diego Caballero || @DieggaQ || 04/05/2014
Fotos: EmilianoRomero || Fullframe Fotografía


Desde temprano la muchedumbre vestida de negro se acercó a las inmediaciones del estadio para entregarse al “tormento del vino artificial y su atmósfera parrillera”, como indica la letra de “Gil trabajador”, himno metalero por excelencia para el primero de mayo. Helkertuvo el honor de inaugurar el escenario con un show contundente y muy prolijo, que acaparó la atención de un estadio casi repleto. Luego de las frases emotivas del cantante y una “selfie” con el público, la espera para ver al cuarteto se extendió por más de cuarenta minutos. En ese lapso, la diversión de la multitud fue festejar a las personas que se arrojaban de la popular al campo -un Deja Vu de Obras- y jugar con un rollo de papel higiénico por los aires.

21:30 puntual las luces se apagaron. Un video con calidad HD hizo la introducción con mucho fuego hecho bits. De inmediato, la banda del colorado tiró todo el equipo arriba -no así el sonido- con el clásico “Hangar 18” e hizo estallar a las 7 mil personas que agotaron las entradas. El escenario iluminado de verde, con dos pantallas a los costados de la batería y una cuadrangular por encima, proyectaron imágenes del supuesto alienígena en la mesa de diseminación del área 51. Acto seguido, Mustaine ajustó las cuentas con “Reckoning day” -tema que da comienzo al supuestamente homenajeado “Youthanasia”- con todo el estadio coreando el estribillo como si fuera la última vez.

La oscuridad se apoderó del recinto con “In my darkest hour”; un laberinto de claustrofobia con fotos de presos de los años 20 jugaron con los cambios de ritmo en “Sweating bullets”, mientras que “Dawn patrol" y “Poison was the cure” pusieron más picante al set. El mejor momento de la noche llegó de la mano de “Trust”, que contó con la introducción de una clásica escena de “Wayne´s World 2”. Se destacó la voz cada vez más grave y menos poderosa de Mustaine.


A diferencia de lo sucedido el año pasado en el Estadio Único de La Plata, donde telonearon a Black Sabbath, el sonido fue aceptable; aunque faltaron dos puntos más para obtener el poderío que Megadeth debería tener. No obstante, los secuaces de Mustaine pudieron demostrar lo que saben: Shawn Drover, meter doble bombo potente; David Ellefson acompañar y hasta animarse a ser frontman; y Chris Broderick intercambiar punteos de manera prolija y poderosa.

El momento emotivo de la jornada lo dejó “A tout le monde”, himno internacional a la amistad, que acompañó coros con abrazos de gente corpulenta entre tachas. A su vez, “Youthanasia” aportó la justificación de la fecha y “Peace sells” inundó de “hey hey hey” con la intro. Como era de esperar “Symphony of destruction” brindó el “Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth” -grito de guerra adoptado internacionalmente, con una bandera de Estados Unidos que se prendía fuego-  mientras políticos hacían de las suyas en las pantallas. Para finalizar “Holly Wars”, clásico inoxidable de Rust in peace, evidenció con las imágenes de diferentes líderes mundiales -desde Hitler al Che Guevara- desastres nucleares y represiones que la modernidad capitalista es algo que desvela a Mustaine. No en vano el colorado se declara fanático de “El arte de la guerra” de Sun Tzu, “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, los infiernos de Dante Alighieri  y la Biblia.

El público adoptó a Megadeth como banda argentina y ellos aceptaron gustosos ser los “nuevos Ramones”. El rol lo tomaron tan a pecho que se inspiraron para tocar sólo una hora y veinte. La convocatoria por las FM del grupo Veintitrés había sido contundentes: “Megadeth repasa Youthanasia a 20 años de su lanzamiento”. La literalidad de la palabra “repasa” se tomó feriado, ya que de ese disco sonaron cuatro canciones (de doce) en la noche del Malvinas Argentinas. ¿Estrategia de Marketing? ¿Publicidad engañosa? La respuesta será según el grado de fanatismo que se posea hacia el grupo de “El colorado”.


Lista de temas
Hangar 18
Reckoning day
Wake up dead
In my darkest hour
Sweating bullets
She-wolf
Dawn patrol
Poison was the cure
The killing road (Y)
Trust
Kingmaker
A tout le monde
Youthanasia
Cold sweat (Thin Lizzy cover)
Peace sells
Symphony of destruction
Holy Wars

Un estado de alerta permanente

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China Editora reeditó San Francisco, el poemario de Luciano Lamberti que fue publicado por primera vez en el año 2008. Aparece seis años después para ser leído de forma diferente: como la semilla de los libros de cuentos El asesino de chanchos y El loro que podía adivinar el futuro. San Francisco funciona como una suerte de embudo que comienza describiendo una realidad cruda y tangible para luego terminar con un lenguaje metafísico y onírico. En el medio, todo lo que sucede, se condensa en una tensión espesa, en un estado de alerta permanente.

Por Luciano Sáliche || @LucianoSaliche || 04-05-2014


San Francisco
Luciano Lamberti
China Editora
64 páginas
$70-

Martín Gambarotta dijo alguna vez y en otras palabras que escribía poesía porque encontraba en ese género una síntesis condensada, una imagen fuerte que en las novelas aparece sólo por momentos. Y si pensamos en todo lo que hay que leerle a algunos autores para encontrar ese anhelado sablazo artístico en la cabeza, posiblemente nos decepcionemos. San Francisco de Luciano Lamberti tiene esa dosis de inyección letal pero por partes, a cuenta gotas; por cada poema leído aparece una imagen muy potente que queda repicando en la mente. Para estimular ese mecanismo del goce hay que leer a San Francisco en un estado de tensión, de alerta permanente.

La estructura del libro está formada por cinco secciones: la primera -San Francisco- contiene 17 poemas, todos cortos y aleatorios; luego, las tres secciones que le siguen –Córdoba, Buceo en aguas cálidas y La bañera- poseen un solo poema de nombre homónimo pero de una longitud mayor, con más cuerpo de relato, diferente a los de la primera parte; y la sección restante –El advenimiento- es un híbrido entre ambas estructuras porque si bien es un solo poema, tiene divisiones, pausas, cambios de página, algo así como diferentes capítulos de una misma miniserie.

El libro funciona como una suerte de embudo por donde se vierten diferentes sustancias hacia una única botella. El principio es una serie de poemas claros, precisos, con personajes definidos y una realidad tangible y concreta: sustancias hiperreales con nombres familiares que se escurren por la vertiente de plástico. Luego ese embudo tiene un pequeño tubo por donde las sustancias se ven sometidas a la oscuridad, ya no se las ve pero se las distingue. Finalmente, ya en la botella, la literalidad de la narración poética se pierde y lo que se observa es un cúmulo de imágenes metafísicas, sensoriales, oníricas, de metáforas potentes con elementos de la naturaleza, órganos del cuerpo, sentimientos ajenos y esa palabra multiacentuada: futuro. Así es El advenimiento, la última sección de un libro que funciona como embudo, de lo más literal, del barrio, de la crudeza del mundo concreto y cambiante a la conjunción poética del orden de lo intangible. Es el campo metafísico. / Se está yendo por la boca del aljibe.

Luciano Lamberti es reconocido en el ambiente literario (si es que tal cosa existe) por su libros de cuentos El asesino de chanchos (Tamarisco, 2010) y El loro que podía adivinar el futuro (Nudista, 2012). Digamos que su reputación está edificada sobre la prosa. Y no cualquier prosa: suspenso, thriller, terror, misterio, todos estos términos pueden sonar bien en cualquier reseña que hable de estos libros. Pero lo que presenta ahora Lamberti es una reedición de San Francisco, el origen de todo lo que escribió después, un poemario que da cuenta de su potencial imaginario. Sus poemas son ladridos de un perro que, si no acelerás, si justo te agarra el semáforo de la avenida, te muerde.

Una vez, miré hacia arriba y vi / los pies de unos chicos sacudiéndose / para mantenerse a flote. Los versos que describen el mundo de Lamberti son silenciosos, tranquilos, como la calma previa a la tormenta. Un mundo donde todo está quieto, nada se mueve pero en el panorama que se muestra, en el paneo de la escena hay una serie de objetos que amenazan con destruirlo todo.

La construcción de los personajes son adrede, ninguno es central, todos son parte de un paisaje que se devela a pinceladas; aparecen una vez y con eso basta. El loquito del baldío, el niño retardado que fue mal alimentado de pequeño y quedó así, el profesor de karate que asesinó a su mujer que tenía cáncer y luego se mató, el albañil pirómano, las enfermeras del Hospital San Justo, el Rengo cocainómano, el bañero ignorante, el buen faenador, el bisabuelo suicida. Todos personajes que aparecen para teñir de un espanto rutinario las aburridas tardes de un pueblo que termina por ser impactante.

En El loro que podía adivinar el futuro, hay un cuento llamado Perfecto accidentes ridículos que de alguna manera parece seguir la línea de San Francisco. En él, hechos que se presentan como azarosos modifican la vida de los personajes. Quizás el punto interesante no está en el cambio entre el antes y el después sino más bien en el momento justo, la forma, la espectacularidad de la forma en que se produce el cambio. En el poema El olor de su cuerpo se lee: Mi cuerpo está lleno de preguntas. Pero no el cuerpo / de mi bisabuelo. Su cuerpo / no era muy distinto al de un animal. / Por una cuestión ridícula, un chiste, / le pegó un tiro en la cabeza a un vecino / y después caminó hasta la mitad del campo y se abrió / la panza con un tramontina. Tengo una foto. La potencia de lo narrado no es cómo era el bisabuelo y cómo terminó después, lo interesante es el chispazo de gracia, la extrañeza de cómo un hecho ridículo modifica todo el panorama familiar. Un hecho tan ridículo que le puede pasar a cualquiera. Esa mezcla de extrañeza y familiaridad es la clave de la contundencia del libro.

San Francisco es la mejor excusa para demostrar que en los pueblos la vida puede ser peligrosamente rutinaria; tanto que una mínima modificación de los sucesos que se repiten en serie puede detonarlo todo. Hay en el ambiente de su narración un tufillo a esperar, algo, no se sabe qué, algo potente que viene, que está viniendo y será grande. El lector espera ansioso, se impacienta, permanece en un estado de alerta permanente. Hasta que llega, y cuando llega lo hace de forma intempestiva, violenta, contundente. Esa poética de contar lo que en las novelas sólo se ve de a ratos. El preciso instante en que el mundo cambia de una vez y para siempre.

Contar la vida en Verdevioleta

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El dúo Verdevioleta cuentos, de narración oral escénica, integrado por Laura Finguer y Silvina Mennuti, se presentó en el Espacio Teatral Alquimia de Chacarita el domingo 13 de abril. Son las creadoras del espectáculo “Historias de algunas…algunas historias”, donde la realidad se ve envuelta por la fantasía de contar cuentos.

Por Natalia López || natilopez13@yahoo.com.ar|| 09-05-2014

Habitar en un cuento,
y fluir con cada palabra… 


La sala del Espacio teatral Alquimia empieza a oscurecerse y una luz tenue ilumina el espacio donde el dúo Verdevioleta cuentos, hará que todos los presentes viajen con sus historias y se introduzcan en un mundo mágico.
Hay distintas sensaciones en el aire, es una tarde de cuentos, de muchos “Había una vez…”, de sentirse un poco niño, de emociones que aprietan, de acercarse a la infancia por un rato.

Todos observan con mucha atención cada movimiento, cada palabra, cada gesto, hay sonrisas, miradas cómplices y otras que se pierden, tal vez por recuerdos que se cuelan de alguna noche de cuentos antes de dormir.
La imaginación se apodera de este cálido espacio, donde cada palabra entrelaza una historia con sus personajes, sus paisajes, y con sentimientos de nostalgia que vienen, se van y vienen.

La relación que se genera con el público es de mucha complicidad, se sienten parte de lo que esta transcurriendo sobre el escenario.
De repente, la música entra en escena.  Los cuentos se mezclan con la suave melodía del canto de Silvina y Laura y cada historia es un camino que se va transitando despacio y viviendo con intensidad.
El espectáculo finaliza con muchos aplausos y personas que se ponen de pie por la gran entrega y talento que han desplegado este dúo de cuentacuentos.
Y así, el arte de narrar se mantiene vivo y nos salva de lo efímero.

Unos días después de la presentación de “Historias de algunas…algunas historias”, el dúo Verdevioleta me cuenta de sus comienzos, las distintas sensaciones al narrar y su infancia con sus primeros cuentos.

¿Cómo empezó este dúo y por qué se llama VerdeVioleta?

Silvina: Nos conocimos en un taller de Narración del Programa Bibliotecas para Armar. Con otros compañeros formamos un grupo que se llamó Contar con Voz. A nosotras dos nos convocaron para preparar espectáculos de narración para escuelas y eso fue el impulso para formar el dúo.
Verdevioleta cuentos nació en el 2011 y en la actualidad narramos para niños, jóvenes y adultos en diversos ámbitos: escuelas, bibliotecas, centros culturales, teatros, eventos, etc presentando espectáculos de narración oral escénica así como rondas de cuentos. Cuando tuvimos que ponerle un nombre al dúo empezamos a pensar en que fuera musical y fácil de recordar. Siempre que nos encontrábamos una de las dos tenía puesto algo violeta y la otra verde; o las dos verdes, o las dos violetas. Y ahí quedó.
Después, buscando los significados supimos que el violeta es el color de la sabiduría, creatividad, serenidad y de la lucha contra la violencia de género. El verde, la esperanza, la vida, la naturaleza y la frescura.

¿Qué sensaciones surgen a partir de la narración de un cuento?

Laura: Para contar un cuento, primero tenemos que sentirnos atravesadas por él; nos tiene que gustar. Y los motivos por los que nos gusta pueden ser diversos: ideológicos, emocionales, estéticos. Una vez seleccionado el cuento, viene el trabajo de la "edición" y la búsqueda de las imágenes que el cuento nos brinda o que nosotras creamos en nuestra mente. Esas imágenes nos provocan emociones que traducimos en palabras y en acciones. Contamos con la voz, con el gesto y con la sensibilidad a flor de piel. Creamos un puente entre nuestra emoción y la del público, quien a su vez crea sus propias imágenes a partir de lo que "ve y escucha" despertando su mundo sensible.

¿Cómo fue y que recuerdan de su relación infancia-cuentos?

Silvana: Mi papá me leía siempre cuentos de un libro azul, de tapa dura; era una antología de cuentos tradicionales. Mi favorito era La bella y la bestia. "Papá, leéme este cuento""Ya te lo leí""No importa, leémelo otra vez" Y mi papá, que tiene muy linda voz, lo leía interpretando las voces de los personajes, diferenciándolas de la voz del narrador. A mí me encantaba eso... Mi papá me contaba que cuando él era chico, escuchaba por radio una audición en la que contaban cuentos. Su favorito era La Cenicienta; se concentraba y decía de memoria, con voz de radio, el principio del cuento.
Laura: Mi madre es narradora, así que nos contaba cuentos a los pies de la cama o nos leía... y en casa había mucha literatura infantil. Además, fui al Instituto Summa de los 3 a los 18 años, que era un colegio especialista en literatura infantil y narración oral. Crecí rodeada de cuentos. 


Si acaso morir es dejar de existir

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La muerte de Tommy Tango es una obra dirigida por  Ignacio González Cano y protagonizada por Johanna Aranda y Nicolás Minolit basada en el ballet “El jóven y la muerte” de Roland Petit sobre  música de Bach.

Por Natalia Orsi || @nataliaorsi1 || 09-05-2014


La muerte de Tommy Tango
Elenco: Johanna Aranda y Nicolás Minolti
Dirección Musical: Daniel Ruggiero
Dirección general: Ignacio González Cano
Viernes 9 y 16 de mayo 20 Hs
Teatro Hasta Trilce
Mazza 177 | Capital Federal
Entrada general $120

Este espectáculo teatral cuenta la historia de Tomás, un muchacho tímido y con poca vida social quien al crearse una cuenta de Facebook comienza a cambiar sus actitudes, se vuelve muy activo y su vida empieza a girar en torno a la computadora y el celular.  La obra ofrece una reflexión respecto del uso de las nuevas tecnologías, y cómo ellas repercuten en la vida cotidiana. Tommy Tango permite pensar la relación del cuerpo con los aparatos electrónicos y, sobretodo, las redes sociales que en la actualidad ocupan un lugar central en la sociedad. Una mirada crítica respecto de la vida y la muerte y cómo las relaciones se van modificando cuanto más estamos en una cuenta de Facebook. La trama se acompaña de danza contemporánea, donde el cuerpo -a través del baile- es el testigo y también actor de estas modificaciones.

Una obra de teatro que ofrece una mixtura de ritmos musicales en un mismo escenario. Ballet, tango y danza contemporánea pasean por el escenario de la calle Mazza 177, en el barrio porteño de Almagro. Dos músicos en vivo, al ritmo del bandoneón y el xilofón, acompañan la historia de los dos personajes, Tomás y su novia.

Esta puesta en escena es una buena oportunidad para conocer un mundo distinto en el que Tommy nos muestra el cambio que ha sufrido producto de su vida en las redes sociales. Una  reflexión acerca de quiénes somos en realidad cuando producimos contenido en nuestras cuentas de Facebook, si se trata de nosotros mismos o de un nuevo “yo”, un nuevo cuerpo o una nueva vida llena de apariencias.

Amame fuerte: la proximidad moderna del amor

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Cada cambio de época modifica a la humanidad y su forma de relacionarse. El mercado, el consumo y la automatización van desapasionando a la persona, que además vive bombardeada de una cultura que, en teoría, garantiza acercamiento, “conexión”. Todo lleva a preguntarnos si las nuevas formas de relacionarse son en verdad formas o meras ilusiones.

Por Federico Capobianco || @FNCapobianco || 09-05-2014


Las siguientes líneas no pretenden recorrer la historia de las relaciones humanas y la Historia del amor. Tampoco busca encontrar definiciones filosóficas, o las que fueren, sobre el amor. El objetivo es acercar apenas una mínima reflexión sobre las diferencias claramente observables entre las relaciones amorosas de hoy y las de generaciones anteriores; y sin comparar, aspirar a entender cómo funcionamos en pareja dentro de la vorágine cultural de nuestra querida modernidad.
Cualquier análisis que se pretenda hacer sobre el amor debe comenzar por el hombre, entendido como sujeto de la humanidad. Ese que, provisto de razón, es consciente de su individualidad, de su indefensión frente a la naturaleza y la sociedad. Sabe que no puede escapar y se encuentra aún más indefenso y solo. Vivir esa separación provoca angustia y toda búsqueda de relación es para superarla, porque hacerlo es trascender su propia vida individual.

En nuestro occidente moderno, el problema del amor consiste en ser amado, en ser legitimado. En nuestro mercantil occidente moderno, el problema está en cómo sumergirse en la parafernalia para ser la mercancía más solicitada, la más querida.

Si buscamos tres elementos que se repitan a lo largo de la historia de las relaciones nos encontraríamos con la “procreación”, “el amor” y “hacer el amor”. Hoy esos elementos se mezclan y se disocian: “se puede hacer el amor sin procrear, procrear sin hacer el amor, y está admitido hacer el amor sin amar” [1]. Pero en nuestra paradójica modernidad, nunca tuvimos tantas ganas de volver a reunirlas, ese es el ideal actual. Pero nada es tan fácil, más teniendo en cuenta los elementos que acortan la duración de las parejas: la separación “permitida”, el descrédito de la religión, la menor tolerancia, la ausencia de tolerancia, el mercado laboral femenino y su independencia económica, el estrés, etc. Ahora bien, ¿está mal que las parejas duren menos o debemos aceptar que las cosas ya no son como antes? [2]

La insoportable levedad del sexo

¿No se ha convertido -él- en un apéndice de su papel económico-social?
(E. Fromm)

El amor es cultural y nuestra cultura está fundada en el mercado. Todo se compra, todo se intercambia buscando beneficio. La moderna felicidad es satisfacerse con cosas, contemplar las que se ofrecen e intentar obtener la que más nos guste. Esa misma lógica se traslada a las personas.

Mi generación –una más, una menos- aplicó en la adolescencia los preceptos neoliberales adquiridos en la infancia. La idea del acopio, de priorizar la cantidad sobre la calidad, propia del consumo desmedido, se trasladó a la conquista. Acompañado por la exageración estética, también propia de la época consumista, y bajo el manto patriarcal histórico y religioso, el macho pasa a ser “el macho” cuantas más mujeres conquista. La mujer, todo lo contrario.

Como los demás productos, la relación es para consumo inmediato, descartable. Si no satisface puede cambiarse por otra que se suponga más satisfactoria. Y así lo haga, nada es duradero. Cualquier cosa que obtengamos es a la larga un desecho, es descartado por su nueva versión. “¿Acaso hay una razón para que las relaciones de pareja sean una excepción a la regla?”, se pregunta Zygmunt Bauman en “Amor líquido” (2005).

Estar amoldados a la oferta constante de productos nos permite obtener, utilizar, aburrirnos y tirar sin culpa. Tal procedimiento se traslada a las relaciones: elegimos el producto, intentamos obtenerlo, nos satisfacemos con él, luego ya no nos sirve y lo tiramos. Esa unión erótica, “el amor erótico”, aunque se crea lo contrario, es “quizás el más engañoso que existe. Y su carácter engañoso ayuda a mantener la ilusión de que el próximo será mejor”,asegura Erich Fromm (“El arte de amar”, 1959).

Si se analiza desde otra perspectiva, puede llegar hasta perecernos bien que el sexo se haya desprendido de propósitos y sólo esté buscado para el placer y el goce. Pero como con todo producto ofrecido bajo las leyes del consumo, se hace difícil mantenerlo firme ahí. Porque se puede tener sexo por placer pero después el mercado empieza a exigir eficiencia, que si no se logra por mérito propio algo en la góndola puede ayudar. Entonces, lo que era por placer se carga de compromisos inútiles, que borra el placer y lo atiborra de compromisos, exigencias y récords a batir. La sexualidad, tanto tiempo reprimida, se vuelve totalitaria.

Toda forma histórica de relación puede parecer feliz, pero en muchos casos, cuando se la ve de cerca, a través de la máscara cultural, pueden hallarse insatisfacciones, desengaños, miedos, heridas, soledades, egoísmo, hipocresía y, lo peor, la incapacidad de alejarse.

La cuenta puede no resultar sencilla: el consumo moderno trasladado a la elección humana no sólo genera deseo de conquistar y obtener, sino también de ser conquistado, buscado; además, la facilidad de desecho también genera un sentimiento de arrogancia que debe ser alimentado, el usar-tirar se hace vicio; también, el capitalismo moderno necesita hombres enajenados, autómatas enajenados. Todo esto sumado genera individuos que se mantienen cerca pero que permanecen profundamente solos. Esa soledad genera angustia que, cuando no se puede soportar, lleva a la persona a querer superarla.

Fromm compara el amor erótico con el consumo de alcohol o de drogas: por un momento se obtiene un estado ilusorio de felicidad pero que no hace otra cosa que agravar ese estado de soledad. A mayor velocidad el choque es más fuerte. Cuando el efecto desaparece la vuelta al estado anterior es aún más angustiante. “La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes.”

Si vivimos en una cultura que prioriza la lógica de mercado y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no sorprende que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema.

La “proximidad virtual”
- Tienes muchos contactos
- Soy muy popular
- ¿En serio? ¿Eso significa que tienes amigos?
(Her – Spike Jonze - 2013)

Quién no escuchó decir, o dijo, que las relaciones de antes eran mejores. O a quién no le resulta llamativo ver parejas con más de 50 años de casados. El ejemplo no pretende poner en discusión el ideal de conformidad y otras cuestiones productivas, sino resaltar los elementos que hoy hacen la diferencia.

Mi generación, también, en el mismo momento que llegó a la edad de manifestar su atracción por el otro y lograr un acercamiento, se vio inmersa en el mundo virtual. Y se encontró con un conjunto de dispositivos que permitían un “acercamiento” totalmente distinto a los que se acostumbraba.

Mensajes de pareja a cientos de kilómetros de distancia, almuerzos compartidos a través de una pantalla, “besos por celular” -cantaría Mollo-; todo es unión y separación al mismo tiempo, los mismos sentimientos de pertenencia se alteran.

Bauman analiza esa “unión-separación” de la siguiente manera: “El ideal de ‘conexión’ se debate por aprehender la difícil y desconcertante dialéctica entre dos impulsos irreconciliables. Promete una navegación segura (al menos no fatal) entre los arrecifes de la soledad y del compromiso, entre el flagelo de la exclusión y la férrea garra de los lazos asfixiantes, entre el irreparable aislamiento y la atadura irrevocable.”

La virtualidad permite mayor facilidad en el acceso y la salida pero genera mayor angustia a la hora de paliar el sentimiento de soledad. Claramente, con cada cambio, algo se gana y algo se pierde. Pero a la vez, ese fácil acceso hace que el lugar donde uno esté, lo que esté haciendo y la gente que lo rodee sea a veces irrelevante. La “conexión” borra por completo la diferencia entre una charla con amigos en un bar y una charla con otros amigos ubicados en puntos diferentes. Lo único estable en el universo movible, lo único que permanece ileso, es la conexión.

Las relaciones, y entre ellas las de pareja, se desarrollan unidas y separadas, cerca y lejos, juntos en la distancia pero juntos a distancia. La proximidad virtual inclina por completo la balanza hacia la separación, la lejanía y la distancia, transformándolas en superficiales, intensas y breves. Va -a medida que se presta más atención a la proximidad virtual- comiendo lugar a la no virtual.

El diálogo que inicia este apartado corresponde a la película “Her”, que muestra a su protagonista –Joaquín Phoenix-, un tipo demasiado solo, involucrado sentimentalmente con un sistema operativo de inteligencia artificial, pero que sufre varias crisis o reflexiones cuyo disparador es el recuerdo de su ex pareja, completamente humana como él.

La cuestión está, entonces, en preguntarse hasta qué punto la proximidad virtual le quita lugar a la no virtual, o si es posible que llegue a quitárselo por completo.

Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, citado por Bauman, “cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el compromiso no tiene sentido y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duren, nos inclinamos a cambiar la pareja por las redes. Sin embargo, una vez que alguien lo ha hecho, sentar cabeza se vuelva aún más difícil (y desalentador) que antes. Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación.”

Este análisis no tiene la intención de caer sobre los artefactos por el retroceso de la proximidad “no virtual”. Sería tonto hacerlo. Pero si pensamos en la publicidad, en el marketing, los servicios virtuales se vanaglorian con eso. Lo que se busca con esto es transformar en interrogante, para pensarlo, lo que Eterna Inocencia afirma en una de sus canciones: “¿Estamos más solos que ayer?”



NOTAS
[1]La idea la desarrolla detalladamente Dominique Simonnet en “La más bella historia del amor” (2003).
[2]Se recomienda el libro de Roxana Kreimer, “Falacias del amor” (2005).

"La escritura es mi manera de buscar una respuesta"

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Paloma Vidal, escritora brasileña, traductora de su propia obra al castellano, mujer entre dos lenguas, contesta algunas preguntas sobre su experiencia de escritura mientras su último trabajo, Mar azul aún está en proceso de traducción.

Por María josé Schamun || mjschamun@gmail.com || 12-05-2014


Al momento de la escritura ¿cómo decidís qué historia vale la pena contar? ¿De dónde nacen los relatos?
Creo que nacen de cuestiones que quedaron incompletas en el sentido de una inquietud de los libros ya escritos y, sabiendo que soy un poco vaga, diría que siempre tienen que ver con alguna preocupación fundamental, ética, y para mí la escritura es la manera de buscar una respuesta. Cuando eso se define, todo empieza a circular en torno de esa cuestión y cualquier cosa puede entrar en un libro desde algo observado en la calle, en casa, en el trabajo, visto en una película, leído en la Internet.

Teniendo en cuenta el fuerte contenido autobiográfico que tienen tus textos ¿cómo amalgamás la ficción y la biografía? 
La verdad es que esas fronteras no tienen mucha importancia. La vida y la literatura son una misma cosa en el sentido de que lo que se juega siempre son modos de vivir individualmente y con el otro.

Lo generacional ¿es una forma de  la memoria que puede considerarse social o lo sentís más familiar?
A veces digo “mi generación” y casi siempre me arrepiento. Me parece pretencioso. Creo que las relaciones más verdaderas nunca pasan por ahí y es siempre una lectura a posteriori que tiene su utilidad evidentemente. Como profesora lo utilizo todo el tiempo, para organizar un poco las cosas, crear series, entender procedimientos. Es algo teórico.

Cuando leés ¿qué cosas te convocan de un texto? Como escritora ¿qué le mirás a la escritura ajena?
La libertad. Siempre me impresiona que se puedan hacer determinadas cosas. El último libro con el que me pasó eso fue Sangre en el ojo de Lina Meruane.

¿Cómo afecta a la significación de tus textos la lengua en la cual los escribís? Has contado en otras entrevistas que la gente en Brasil resalta cosas diversas de las que se destacan en Argentina ¿por qué creés que la gente de uno y otro idioma lee cosas distintas en el mismo texto?
Me gustaría saberlo. El primer texto que escribí en español fue una obra de teatro. Puede ser que haya sido el cambio de género pero, en realidad, me parece que no porque yo ya había escrito teatro antes. Concretamente, me pasó que el texto tiene un tono distinto a mis textos escritos en portugués, tiene más humor, más levedad. Es casi contradictorio pensando en los clisés de lo brasileño y lo argentino.

Más al sures un libro que salió primero en portugués y luego fue traducido al castellano por vos misma ¿Cómo es ser traductora de tu propia obra? ¿Creés que la obra sería la misma si la hubiera traducido otro?
Mi hipótesis de trabajo fue que yo trataría de ser traductora de mí misma y no recrearía el texto. Es decir, me volvería como otra de mí misma. Quizás tendría que haber arriesgado más pero no pude.

En una entrevista del 2011, mencionás que los relatos de Más al sur nacen de una necesidad de irte metiendo más en temas que te habían quedado inexplorados en tu libro anterior como una forma de construir tu propio espacio literario ¿cuáles serían esos temas y cómo definirías tu propio espacio literario?

Curiosamente, en este momento estoy empezando una búsqueda de algo distinto. Es algo que resulta de una sensación de haber llegado a un límite mío respecto de ciertas cuestiones y tiene justamente que ver con mi última novela, Mar azul. Acabo de cerrar una investigación sobre narrativas de viaje en la universidad que tenía mucho que ver con los temas de mis libros y eso es bastante sintomático para mí porque, en general,escritura y estudio están bastante próximos. 

Tragedia de Once: más testigos señalaron que el tren estaba en malas condiciones

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Dos pasajeras del Sarmiento, la mañana del choque fatal, aseguraron que la formación circulaba con deficiencias. Por otra parte, el tribunal rechazó el planteo de una de las querellas, que reclama que Ricardo Jaime regrese a presenciar el proceso judicial. El debate se reanuda mañana.

Por Agustín Ciotti || @agustinc0087 || 12-05-2014


En una nueva audiencia del juicio oral y público por la Tragedia de Once, dos sobrevivientes declararon hoy ante el Tribunal Oral en lo Federal N°2 y cuestionaron duramente las condiciones de mantenimiento del Ferrocarril Sarmiento, que el 22 de febrero de 2012 chocó contra el andén de Plaza Miserere y provocó la muerte de 52 personas y heridas a más de 700.

En primer lugar, declaró ante los jueces Jorge Luciano Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Jorge Alberto Tassara, Nicolasa del Valle López, quien además formó parte de una de las querellas que finalmente desistió de continuar las acciones penales, días antes del inicio del proceso, el 18 de marzo pasado. “Viajaba con dos amigas, pero al subir en la Estación Merlo, como el tren iba lleno quedamos las tres en vagones distintos. Iba a trabajar -soy empleada doméstica- y estaba nerviosa porque sabía que iba a llegar tarde”, relató la testigo, quien agregó que como se encontraba en uno de los últimos vagones “el impacto no me pareció tan intenso”.

Del Valle López también contó que ni bien se produjo el choque comenzó a oír los gritos desesperados de los demás pasajeros porque “las puertas no se abrían”. Una vez que pudo salir de la formación, aseguró que fue a buscar a sus compañeras y regresó a su casa en un colectivo, debido a que había olvidado su teléfono celular y no podía avisar a su familia que se encontraba bien. “Recién cuando volví prendí la televisión y supe que lo que había pasado en realidad era más grave”, afirmó. Más adelante, ante la consulta de una de las querellas, advirtió que los trenes registraban deficiencias desde antes del día de la tragedia: “En los últimos meses venían fallando, se quedaban detenidos a mitad de las vías”.

Luego, y tras un cuarto intermedio de aproximadamente veinte minutos, fue el turno de Ana María Dattilo, quien relató que la mañana del choque subió al tren en la estación Moreno “y ya fallaba, arrancaba y se paraba repentinamente”. En otro pasaje de su testimonio, la sobreviviente afirmó que en el momento de la colisión sufrió golpes en la espalda y las piernas, luego se desmayó y despertó en el piso. “Me asistieron para levantarme. Yo viajaba en el penúltimo vagón y a medida que caminábamos hacia adelante, veía personas muertas, tiradas en el suelo, otras gritando, algunas estiraban los brazos pidiéndome ayuda. Había mucho humo, cada vez más, en un momento ya no se veía nada”, confesó. Dattilo también explicó que, desde entonces, le resulta difícil seguir viajando en el tren, aunque continúa haciéndolo regularmente: “Cada tanto sufro ataques de pánico. Al principio no podía subirme, me descomponía, me provocaba vómitos”.

La audiencia comenzó a las 10. Hacia las 11, y cuando ya había finalizado la declaración de la primera testigo, los jueces debieron llamar a un cuarto intermedio porque Dattilo no había llegado hasta los Tribunales de Comodoro Py, en el barrio porteño de Retiro. El debate se reanudó a las 11.40. También estaba citada otra sobreviviente de la tragedia, Nilda Corbalán, pero no se presentó a declarar y desde el tribunal no consiguieron ubicarla. El juicio continúa mañana.

Jaime y Cirigliano: sin obligación de volver

El tribunal rechazó el planteo de una de las querellas para que dos de los imputados –el ex secretario de Transporte de la Nación, Ricardo Jaime, y uno de los ex dueños de la firma Trenes de Buenos Aires (TBA), ex concesionaria del servicio del Sarmiento- Mario Cirigliano, regresen a presenciar las audiencias. La semana pasada, los magistrados eximieron a ambos de asistir al juicio. Jaime fundamentó su pedido en presuntos “problemas económicos” que le impedirían viajar desde Córdoba, donde reside, hasta la Capital Federal. Cirigliano, en cambio, argumentó que no dispone de tiempo para acercarse a Comodoro Py por  “compromisos laborales”. El juez Gorini reiteró ante el pedido que “el tribunal ya resolvió” y que, en todo caso, los imputados que fueron favorecidos por la resolución “no tienen ningún impedimento” para volver a asistir.

Antes de finalizar la jornada, los abogados patrocinantes de otros dos procesados solicitaron para sus defendidos beneficios similares. En primer lugar, el letrado del ex directivo de Cometrans (el grupo empresario al cual pertenecía TBA) Oscar Gariboglio, pidió que se le permitiera a su defendido ausentarse de las próximas audiencias por “un fuerte estado gripal”. Lo propio hizo el defensor del imputado Antonio Suárez, también miembro del directorio de la empresa de transporte, quien se estaría sometiendo a un tratamiento oncológico, y, en consecuencia, no podría asistir.

En la lista de procesados también figuran, entre otros, el sucesor de Jaime al frente del área de Transporte, Juan Pablo Schaivi; el subsecretario de Transporte Ferroviario, Antonio Luna; Claudio Cirigliano, hermano de Mario y también responsable de TBA al momento de la tragedia; los ex interventores de la Comisión Nacional para la Regulación del Transporte (CNRT), Pedro Ochoa Romero y Antonio Sícaro; y el maquinista del tren, Marcos Antonio Córdoba.   

El fiscal: dos tropezones con la misma piedra

Uno de los momentos más curiosos de la jornada ocurrió cuando el fiscal del juicio, Fernando Arrigo, se refirió por error a la “estación de Retiro” como la escena de la tragedia, y no a la de Once, como ocurrió efectivamente. El representante del Ministerio Público incurrió dos veces en el mismo equívoco, mientras interrogaba a las testigos. “¿Qué recuerda del momento en el que el tren ingresaba a la terminal de Retiro?”, preguntó tanto a del Valle López como a Dattilo. El desacierto despertó murmullos en los presentes en el Salón de Usos Múltiples (SUM), de la sede judicial –hasta la fecha, el debate se realizaba en la sala AMIA-. “Es que soy usuario del Retiro”, se justificó el fiscal.


Apuntes sobre la memoria colectiva

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Pirucho fue todo un héroe. Su padre también”


La sorpresa es inminente y previsible. El espectador sabe que Funciones Patrióticas romperá con los esquemas, con las concepciones teatrales y, especialmente, con “la cuarta pared”, esa especie de limbo que separa la ficción de lo real. 

                                                                                                                 Por Natalia Gauna

Ante la atención que supone dar cuenta que el público estará en minutos más frente a un espectáculo fuera de lo convencional, la valoración y análisis del mismo va apareciendo de antemano, una suerte de ventaja por conocer “con que huelles ara el crítico”. Sin embargo, los preconceptos se olvidan al dar cuenta que la obra empezó mucho antes de que lo haya percibido. Entonces ¿dónde están los actores? ¿Cuáles son? Aun no se sabe. Martin Seijo,director del espectáculo, una vez más, decide borrar los límites. La teatralidad está, nuevamente, discutida ¿Qué es teatro y qué, no?

El segundo elemento que aparece es lo político. Una compañía de teatro que ejerce una mirada sobre los acontecimientos históricos de Argentina. En este caso, el protagonista es Pirucho, un joven estudiante que vivió en los albores del peronismo. Al mismo, se lo conoce a través de las cartas que intercambia con los integrantes de su familia. Allí se reflejan las opiniones, experiencias y se teje parte de la historia nacional en la propia voz de los protagonistas de este micro relato.

Luego aparece lo poético. Cada palabra pronunciada, cada palabra escrita es una melodía que el público escucha atentamente. Una voz armoniosa y aunque temporalmente distante, su sonoridad y melancolía resuena en cada uno de los presentes. De esta manera, se genera una especie de memoria colectiva en la que cada uno comparte y completa el macro relato.

Entre lo político y la teatralidad discutida se crea esta Pirucho, esta puesta en escena que provoca, ante todo, por el corrimiento del lugar de simple y pasivo espectador para pasar a formar parte de los intérpretes activos de lo que allí -dentro desea sala de teatro que tampoco es un teatro en los términos convencionales- sucede.

Por último, cuando todo parece haber finalizado, cuando los días pasaron, cada espectador comprueba que, efectivamente, esa noche fue actor.

Ficha técnica
Elenco: José Escobar, Ernesto Fontes, Claudia Mac Auliffe y Daniel Miranda
Asistencia de dirección: Rosario Iniesta
Investigación, dramaturgia y dirección: Martín Seijo
Funciones: todos los viernes de mayo, a las 21 hs. Elefante Club de teatro - Guardia Vieja 4257.

Más Info:

Entrevista a Martín Seijo
La compañía de teatro Funciones Patrióticas se propone algo distinto: desafiar las complejidades del teatro para crear un lenguaje y estilo propio en el que el tiempo y espacio convencional se transforman constantemente… [Nota completa]

El mundo de Wes Anderson

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Wes Anderson acaba de presentar su nuevo film, The grand Budapest hotel, una aventura basada en la obra del escritor austríaco Stefan Zweig. Revista Alrededores aprovechó la ocasión para realizar un recorrido por la exitosa filmografía de este talentoso cineasta.

Por Federico González || federico.dx@hotmail.com || 03-04-2014


El jueves 20 se estrenó The grand Budapest hotel, la octava película de Wes Anderson, lo que nos brinda la excusa perfecta para repasar su filmografía. Con 18 años de carrera y 8 títulos, Anderson logró crear un universo lleno de historias de amor, cartas escritas a mano, un sentido del humor bastante particular, tomas muy simétricas, y muchos colores.

Repletas de todas estas características, y en conjunto con grandes actores, sus ocho films saben dejar una sensación de alegría al espectador. Sin más preámbulos, su obra:

En 1996, dirige su ópera prima, Bottle Rocket. Historia de Dignan y Anthony, dos amigos interpretados por Owen y Luke Wilson (hermanos fuera de la pantalla) que, junto a otro marginado, llevan a cabo un plan de Dignan para efectuar un simple robo. Si bien la película no cuenta con demasiada producción, por lo que carece del despliegue fotográfico y artístico tan característico del cine de Anderson, se pueden ya notar personajes bien logrados,elementosde comedia, tramas de suspenso, algunas paletas de colores y esos planos cenitales que sigue usando hasta hoy día. Con el guión escrito por el mismo Anderson en conjunto con Owen Wilson, nos adentramos en la primera de una serie de películas tanto personales como divertidas para el público.

Dos años después, con otro guión de la dupla Anderson-Wilson, llega Rushmore, una comedia protagonizada por Jason Schwartzman, interpretando a Max, un joven de 15 años que asiste a la “Academia Rushmore”, dónde fracasa en todas las asignaturas, pero participa en todas las actividades extracurriculares. Los problemas de Max son dos: el primero, si no mejora sus calificaciones será expulsado de la academia; el segundo, se enamora de una profesora del instituto (Olivia Williams), de la cual también está enamorado su nuevo mejor amigo, el señor Fisher (Bill Murray). Esta película transmite un mensaje sentimental más grande y profundo que su antecesora y es un escalón más hacia la fama para el director.

The Royal Tenenbaums, el tercer título, es el retrato de una familia algo anormal en su momento más normal. Padres divorciados y tres brillantes hijos que se encuentran perdidos en sus propios mundos. Gene Hackman encarna al mal padre que deja a su familia por más de 15 años y, fingiendo un cáncer de estómago, vuelve en su búsqueda, pero se encuentra con que sus hijos se sienten igual de solos que él. Este guión, escrito en conjunto con Wilson, obtiene una nominación de la Academia. Anderson, entoncescon tres películas en su haber, termina de sentar las bases de su cine, que lo acompañarán el resto de su carrera.

Con The aquatic life with Steve Zissou, Anderson deja la tierra para mudarse al agua, y también deja de escribir con Owen Wilson (que será uno de los protagonistas de la historia) para hacerlo junto a Noah Baumbach. En esta película vemos las aventuras del oceanógrafo Steve Zissou (muy bien interpretado por Bill Murray) y toda su tripulación en la búsqueda del Tiburón Jaguar. Junto a esa trama de aventuras, se cruza la trama dramática familiar (¿Cortesía de Noah?) entre Steve Zissou y su nuevo hijo Ned (Owen Wilson). Todo se ve con una infaltable pizca de comedia, y con una perfecta paleta de colores, la cual junto a la fotografía crea la mejor obra para los ojos hasta el momento del director texano.

2007. India. Tiempo de The Darjeeling Limited, la película en la cual junto a la entrada del cine te dan un boleto para un viaje de tren. Inspirado en la obra de Satyajit Ray, una película de Jean Renoir y documentales de Louis Malle, Anderson crea (en esta oportunidad junto a Jason Schwartman y a Roman Coppola) a tres hermanos que no se ven ni se hablan desde el funeral de su padre un año atrás. En todo ese año, cada uno pasó por varias situaciones dramáticas que se guardaron para sí, y en este viaje terminarán (aunque no sea acorde a su ánimo inicial) purgando todos sus problemas y uniéndose otra vez como familia. Los colores y la música crean una atmósfera mitad feliz y mitad nostálgica. Si bien los tres hermanos, interpretados por Owen Wilson, Jason Schwartzman y Adrien Brody, son los principales actores, el elenco se completa con pequeñas apariciones de Anjelica Huston, Waris Ahluwalia, Amara Karan, Bill Murray y Natalie Portman.

Dos años más tarde, un zorro en stop-motion y con la voz de George Clooney es el protagonista de Fantastic Mr. Fox, la entrada al mundo animado del director. Basado en el libro de Roald Dahl, nos cuenta cómo un zorro le rompe la promesa a su mujer de no cazar más y roba a sus tres vecinos granjeros. Estos últimos buscan venganza y toda la familia del Mr. Fox y sus amigos deben buscar la forma de sobrevivir. Con las voces de Clooney, Meryl Streep, Jason Schwartzman y Michael Gambon en los papeles principales y un reparto de más de diez actores se logra darle vida a esta novela infantil.

Con Moonrise Kingdom (2012) Anderson se muestra en su mejor momento como director. Situándose en 1965 y con una isla ficticia de Nueva Inglaterra como escenario, seremos testigos de la huida amorosa de un scout huérfano y una chica desatendida por su familia, ambos de 12 años de edad. Una historia que puede ser algo real, y también algo soñada. Si bien Anderson utiliza a varios de sus actores fetiches (Anjelica Huston, Bill Murray, Jason Schwartzman), lo destacable es esta pareja principal, interpretada por Jared Gilman y Kara Hayward.

Ahora sí, The Grand Budapest Hotel. Las aventuras de Gustave y Zero, el encargado de un hotel y su nuevo botones. Basada en la obra del escritor vienés Stefan Zweig, Anderson nos brinda una colorida aventura en la cual sus personajes  viven en un mundo que está cambiando y ellos no parecen notarlo. Relatando una historia de los años treinta, vemos a Gustave viviendo con toda su elegancia posible y consiguiendo la amistad de cualquier señora mayor y rubia que pase por lujoso hotel. Madame D, una de sus mejores “amigas” muere, dejándole de herencia una pintura que desatará una serie de complicaciones para los protagonistas. Con un excelente Ralph Fiennes como Gustav y el nuevo Tony Revolori como el joven Zero, Anderson nos trae una de sus mejores comedias. Parte de la “familia Anderson” completa el reparto: Bill Murray, Adrien Brody, Jason Schwartzman, William Dafoe, Owen Wilson, Jeff Goldblum y Edward Norton.

En resumidas cuentas, dotado con una narrativa y una estética visual sobresalientes, Anderson logró abrirse paso en el mundo del cine, creando personajes e historias tan maravillosas como personales. Y así, el director entabla un acuerdo con el espectador, ofreciéndole bellas obras, cada una particular en respecto a la otra, pero a la vez, con el mismo sentido “surrealista”. Por eso, a la hora de ir a ver una película de Wes Anderson, se puede tener una idea de lo que se verá y cómo, pero siempre cabe esperar algo sorprendente.


¿Y qué con Cuba, Fifo?

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En la actualidad la isla se encuentra en un proceso de profundos cambios en las estructuras sociales que la rigieron desde 1959, tras el triunfo de la revolución. “Fifo”, es el sobrenombre que se utilizó en la isla para apodar a Fidel Castro Ruz durante los años ‘70, los años dulces de la Revolución Cubana. 



Por Leonardo Toccaceli || leotoccaceli@gmail.com || 16-05-2014


En julio de 2006, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro cedió el mando del proceso social y político revolucionario a su hermano menor, Raúl. Desde entonces, este último, encabeza una serie de políticas económicas y sociales de reestructuración que generan, por momentos, incertidumbre en las calles. Curioseando las ciudades y los pueblos, surgen diversos interrogantes sobre la vida diaria cubana. Poco responde a lo que supieron ser las victorias sociales revolucionarias, pero todavía no se terminan de definir las nuevas reglas de juego.

La calle

Los códigos de convivencia cubanos son bastante especiales. Llegar a descubrirlos exige, para el observador, naturalizarse en su sociedad. Al caminar La Habana de los barrios, esa que el gobierno isleño se esfuerza enérgicamente para dejar lejos del ojo extranjero, se puede observar la realidad cotidiana cubana, la rutina de la persona que con su Libreta Alimentaria debe ir a la bodega [1] para conseguir víveres a precios irrisorios (siempre y cuando los productos hayan llegado). La Libreta, por otra parte, se encuentra en vías de extinción: en septiembre de 2010, Fidel aseguró que “el modelo socialista está acabado”, ya no puede dar respuestas siquiera a sus propios ciudadanos.

La Libreta Alimentaria fue una de las medidas fundamentales de la revolución. Desde 1962, y a partir de ella, se garantizaron alimentos y correcta nutrición a todos los cubanos, en las distintas etapas de sus vida. Hoy, cada vez menos productos se encuentran bajo la subvención estatal. En diciembre de 2011 ocurrió el último recorte. Quedaron fuera del sistema la pasta dental, el detergente, el jabón de tocador y diversos productos de higiene personal. Los únicos que aún figuran en las planillas con el viejo diseño socialista son el arroz, los frijoles, el azúcar, el café… comida para tres, cuanto mucho, cuatro días.

Por otro lado, hablar con cubanos que hayan vivido los tiempos anteriores a la Revolución, tiempos en donde la violencia de la dictadura de Batista se encontraba a la orden del día -con el fin de apaciguar los primeros sismos sociales que provocaba el Movimiento 26 de Julio-, y que hayan vivido los tiempos posteriores, es una lección de vida.

Simón es un viejo de unos 90 años, que todos los domingos, religiosamente, camina lento y tranquilo hacia el Callejón de Hamell, hogar y templo escondido de la rumba en La Habana. En este punto de la capital se funden la calidez propia del Caribe con la magia de la sangre africana en un ritual de danza que comprende el enfrentamiento y posterior comunión artística de los cuatro principales dioses de la religión afro-cubana: la Santería. Este hombre, que es viva muestra de la buena salud de la tercera edad cubana, no solamente disfruta del baile, sentado con un puro encendido a medio terminar. De vez en cuando hasta le da por bailar y se abre paso entre los apretados cuerpos caribeños para acercarse a la improvisada pista de baile. Simón es quien después me va a contar, también a ritmo apaciguado y detenido, que es verdad: en Cuba no hay mucho, pero lo poco que hay le pertenece a todos. Le tiembla la voz cuando me cuenta cómo fue que su vida cambió en conjunto con la de toda Cuba a partir de la realización material del ideal de su Comandante, Fidel Castro Ruz, hombre que encuentra una opinión común entre quienes lo apoyan y quienes se oponen a su ideal igualitario.

A Fidel no lo van a poder matar, Fidel morirá cuando él así lo quiera, sea por viejo o por enfermedad, él morirá por causa natural.

Contexto

En el contexto nacional, ni bien el gobierno revolucionario salió del horno, ya quisieron desestabilizarlo. Actuando en consecuencia, la revolución tomó rápidamente medidas que beneficiaron a las masas cubanas, consiguiendo su apoyo incondicional, a la vez que se desmarcaba de las doctrinas del imperialismo.

La reforma agraria de 1959, la libreta alimentaria desde 1962, la salud pública gratuita y universal desde 1966, una intensa campaña de alfabetización que le permitió a la Revolución Cubana dar por erradicado el analfabetismo en la isla en 1966, fueron algunos de los primeros cambios concretos que ampliaron los derechos sociales y asentaron las bases para que la Revolución llegara para quedarse.

Al mismo tiempo, en el contexto internacional, Cuba pasó a ser una pequeña isla con convicciones emancipadoras más fuertes que la devoción ciega por la libertad absoluta a las fuerzas de mercado predicada en los Estados Unidos. En este marco comenzó a ocupar un lugar estratégico-militar de peso en una geopolítica polarizada: dos potencias mundiales durante 40 años mantuvieron una guerra tan pero tan fría –La Guerra Fría, propiamente dicha- que nunca se dispararon un proyectil en un conflicto abierto entre ambas. Siempre debieron hacerlo por medio de terceros, como fueron la invasión estadounidense en Vietnam mientras la ex URSS apoyaba en un secreto a viva voz al Vietcong, o en sentido inverso con la invasión soviética a Irak mientras los EE.UU. hacían lo propio con la resistencia comandada por Osama Bin Laden.

Ocupando este lugar, Cuba se encontraba manteniendo una relación privilegiada con el campo socialista. La Unión Soviética protegía a Cuba mientras se desarrollaba y educaba.

Un Período especial en tiempos de paz

La enorme cantidad de palmares, las casas bajas, los pastos altos y los pocos animales son vistas repetidas al recorrer las rutas cubanas. A lo largo y ancho del país, hacia el horizonte, se pueden ver extensas cantidades de tierras fértiles sin sembrar. La isla cuenta con un campo poco tecnificado, en contraposición al “desarrollado”, industrializado y envenenado campo argentino.

Son pocos los campesinos que todavía deciden explotar las tierras cubanas, generalmente son los mismos que consiguieron una dignidad soñada a partir de la Reforma Agraria. Son los ahora ancianos, que bajo la proclama revolucionaria “La tierra es de quien la trabaja”, quienes pudieron finalmente dejar de ser peones para ser dueños de las tierras que trabajaban.

“No son muchos los hijos de campesinos que prefieren quedarse a trabajar el campo”, nos cuenta Henry. Bajo el violento sol caribeño, las distintas labores agrarias que realiza Henry como campesino tabacalero se asimilan más a trabajo forzado que a calidad de vida. La otra posibilidad: una carrera universitaria o una vida relacionada al turismo en el enclave turístico más cercano.

En 1990, ante el desarme del bloque soviético, Cuba queda totalmente aislada del mundo. La primera consecuencia fue el “Período especial en tiempos de paz”, la crisis económica más fuerte que ha vivido la isla en su historia. Esta crisis, que ajustó los cinturones cubanos casi hasta la asfixia, obligó al gobierno a tomar rápidas medidas para hacer sobrevivir al convaleciente modelo socialista.

Desde 1994, el gobierno cubano decidió que una de las nuevas formas de sostener su economía sería incentivar el turismo. A partir de entonces se crearon empresas de capital mixto entre la isla y las principales cadenas hoteleras del mundo para desarrollar enclaves. Esos pequeños territorios se comenzarían a llamar poco tiempo después “zonas verdes”, casualmente el mismo color de la moneda que pagaría las deudas internacionales de la isla. El turismo se implementó de la misma forma en que se utiliza un suero hospitalario: una urgente necesidad de nutrientes que devolvieran estabilidad al organismo, que en este caso serían las divisas americanas.

Cuando la URSS deja formalmente de existir, a finales de 1991, Cuba se encuentra desesperada y prácticamente huérfana. Con una inmensa cantidad de caña de azúcar y azúcar refinada lista para ser exportada, pero imposibilitada para comercializarla como consecuencia del bloqueo estadounidense. Todavía no existía la nueva corriente de gobiernos de centro-izquierda en Latinoamérica y no aparecía otra opción que no fuera invadir las playas de turistas.

Los tiempos cambian, la gente también

Culturalmente, Fidel había vaticinado las asperezas que se iban a gestar en el seno de la sociedad cubana por influencia turística. El turismo gringo y europeo trajo liquidez y divisas, pero también las lecciones del capitalismo: el dinero trae problemas.

Se pueden distinguir rápidamente tres generaciones en la sociedad cubana: la generación revolucionaria, formada por quienes han combatido en la Sierra Maestra para expulsar al imperialismo de la isla; la generación hija de los revolucionarios, que integran quienes han crecido con una fuerte impronta de entrega en el estudio y en el trabajo para beneficiar a la comunidad; y, por último, los nietos de la Revolución. Hoy en día, esta última generación tiene entre 15 y 30 años y se evidencian en ellos claros síntomas de contagio de las formas y ansiedades propios de una sociedad de consumo. No hace falta más que hablar con cualquier madre o padre de un/a joven en la veintena para conocer los resultados del permanente contacto con los turistas.

Actualmente, son cada vez menos los chicos que estudian una carrera universitaria. A contrapelo de la lenta y tambaleante recuperación de la economía isleña, los jóvenes saben lo que quieren, y lo quieren ya. El objetivo: un o una turista con dinero que pueda sacarlos de la isla. Pero no quieren terminar sus vidas fuera de Cuba, sino trabajar algunos años en el exterior y regresar a su tierra para vivir en mejores condiciones.

Los cambios y las influencias a las que se ven expuestos quienes van a tomar la posta del proceso revolucionario pueden hacer que éste peligre. Se ha perdido la cultura de trabajo que permitió, algunas décadas atrás y en otro momento histórico, que Cuba produjera varios de los bienes materiales que necesitaba para subsistir.

En medio de las convulsiones económicas y sociales, y con el peligro que significa tener una dirigencia posiblemente desactualizada, la experiencia social revolucionaria está intentando encontrar su camino para subsistir en sus ideales primarios: la igualdad de derechos para toda la sociedad y una calidad de vida digna para todos sus ciudadanos.


Notas
[1] Bodega: pequeño dispensario de alimentos.


En la retaguardia

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En su último libro, Padres de Plaza de Mayo, Eva Eisenstaedt rescata las historias de una docena de hombres que, desde la periferia, acompañaron el reclamo público de Madres y Abuelas por el secuestro y desaparición de sus familiares.

Por Paula Rey || @paureyc|| 18-05-2014


El secuestro de sus hijos e hijas durante la última dictadura militar, llevó a un grupo de mujeres a reunirse semanalmente en Plaza de Mayo. Con sus pañuelos blancos en la cabeza, aún hoy ellas encarnan el pedido de memoria, verdad y justicia. Sin embargo, quienes se convertirían en las Madres y Abuelas no estaban solas. Existe también un grupo de hombres a los que llaman los Padres de Plaza de Mayo.

Publicado este año por Marea Editorial, Padres de Plaza de Mayo. Memorias de una lucha silenciosa, de la escritora Eva Eisenstaedt, rescata la historia de doce de estos hombres que también sufrieron la desaparición de sus hijos e hijas, quienes apoyaron la lucha por conocer la verdad y reclamar justicia desde un segundo y silencioso plano. El libro, que se presentará el próximo 27 de mayo a las 19 en la Biblioteca Nacional, forma parte de la colección Historia Urgente de la editorial, donde se abordan asignaturas pendientes para la sociedad argentina. Varios de los títulos tratan historias vinculadas con la última dictadura militar, como la de los nietos recuperados o la de los hijos de militantes montoneros que vivieron en Cuba durante la contraofensiva de 1979 y 1980.

“Meternos en la Plaza de Mayo nos llevó años. Este es mi lugar de la memoria. Yo lo necesito”, dice Bruno Palermo, el primer testimonio del libro. En las entrevistas, la autora indaga en la historia de cada uno de los padres, dando cuenta de una variedad de personalidades, orígenes, clases sociales, profesiones, religiones e ideologías que convergen todas en ese hecho inenarrable como es la desaparición de un hijo. El libro no está organizado en capítulos, en cada apartado hay un padre recordando. Las declaraciones están precedidas de fotos pertenecientes a los álbumes familiares, lo que no sólo ayuda a quien lee para imaginar los rostros de los protagonistas, sino que también le dan corporalidad a cada voz presente.

Los relatos construyen también el retrato de una época donde comenzaban a vislumbrarse cambios sociales vinculados con los conceptos de familia y los roles designados a mujeres y hombres. Los padres eran quienes salían a trabajar y mantuvieron esa responsabilidad como  proveedores de la casa, aunque ninguno dejó de involucrarse en la búsqueda desesperada de sus hijos secuestrados. Mauricio Brodsky lo describe: “Con mi señora nos dividimos la tarea: yo seguía trabajando, ¡tenía que trabajar!, y me ocupaba de buscar contactos; ella iba a golpear las puertas de la Embajada de Israel, de AMIA y DAIA”. 


La desazón y el desconcierto son sentimientos que se repiten en los relatos de estos hombres, la mayoría de los cuales aún hoy,  a pesar de la proliferación de juicios por lesa humanidad, desconocen el destino de sus hijos. “Alguna vez lo hablé con otro Padre. ¿Te animás a comprar un arma? Averigüemos de alguien, de algún loco que ande suelto por ahí y les damos su merecido. Es difícil hacer eso. Lo podés pensar, pero de ahí a hacerlo”, admite Ricardo Braveman, en la única referencia en todo el libro a la justicia por mano propia, tan en boga estos días.   

“Me sentí desamparado. En DAIA la respuesta fue ‘por algo será’; ninguna contención, ninguna ayuda”, recuerda Abraham Dyszel, uno de los cinco testimonios que dan cuenta también del efecto de la represión en la comunidad judía. Como menciona otro de los padres, Benjamín Schwalb, sobre 1% que representaban de la población total del país, había 1900 desaparecidos. Es decir, el 6% de las 30.000 víctimas del terrorismo de Estado.

El trabajo realizado por Eisenstaedt es tan valioso como novedoso. Solo existe un documental producido en 2009 por Joaquín Daglio, Padres de la Plaza – 10 recorridos posibles, en el que también participaron algunos de los hombres entrevistados por la escritora.  El film, estructurado a partir de los recuerdos de estos hombres, fue transmitido por Canal Encuentro. Tanto en el documental como en el libro, la individualidad de cada historia contribuye a construir un dolor que es colectivo.

Las entrevistas recogidas en el libro Padres de Plaza de Mayo fueron realizadas por Eisenstaedt entre 2008 y principios de 2014. En la introducción, la autora explica: “Siempre me conmovieron los pañuelos blancos, las melodías que se refieren a las Madres de Plaza de Mayo, las letras que todos cantan entre sollozo y sollozo. Pero el lugar de los Padres apenas podía intuirlo, imaginarlo”.


¿Por qué decidió escribir sobre los Padres de Plaza de Mayo?
Me inquietaba el lugar que ocupaban porque no estaban visibilizados y creo que era una deuda pendiente que había con ellos. Sobre todo por la dignidad que tuvieron. Porque estuvieron a la par de sus mujeres, desesperados todos. Para mí son admirables.
Las madres comenzaron a agruparse quizás porque tenían otro ímpetu, otra polenta, empezaron con los pañuelos blancos, empezaron a dar vueltas a la Plaza. Los padres se quedaban ahí mirando, porque además, los militares se iban a ensañar más con ellos, porque era hombres. Así que ellos se quedaron en la retaguardia. Como dice uno de los padres, armaban un segundo círculo mientras ellas estaban al frente.

¿Cómo fue que se acercó a los Padres?
A algunos ya los conocía porque tenía contacto con algunas Madres por mi libro anterior (Sobrevivir dos veces. De Auschwitz a Madre de Plaza de Mayo sobre la vida de Sara Rus), entonces comencé a verlos a ellos. A otros llegué a través de recomendaciones. Mi primer acercamiento fue preguntarles cómo están hoy. Y a partir de ahí fui yendo para atrás y preguntando de dónde provenían, cuáles eran sus orígenes, a qué se habían dedicado, de donde habían venidos los padres y abuelos.  Era muy diverso porque cada padre recorrió otra vida, aunque después todos coinciden en la desaparición del hijo.  Es de una crueldad y de una impunidad atroz, porque todos estos padres que venían de vidas comunes, haciendo sus tareas, que tenían a los hijos que estudiaban, de pronto, de la noche a la mañana esos hijos no volvían. Se quedaron esperándolos. ¿Y esperando cuánto tiempo? Y ahí es donde se acaban las palabras porque no volvieron nunca más. Yo creo que este plan tan perverso, no solo era el secuestro y la tortura, era la desaparición que le impedía a estos padres saber qué había pasado, dónde estaban, poder hacer un duelo, recuperar su cuerpo, hacer sus rituales funerarios. Nada de eso. Y es el día de hoy que no saben qué pasó.

¿Cómo los marcó la desaparición de ese hijo en las relaciones familiares?
Severamente. Como dice uno de los padres, hubo un antes y un después de la desaparición de esos hijos. Y esto se vivió de la misma manera en todas las familias. De ahí surge otro tema que me parece muy interesante que es el de los hermanos, empezar a pensar en los otros hijos. Porque cada uno lo vivió de otra manera. Estos padres y madres que salían, que buscaban por todos lados o no hablaban de otra cosa. Es una situación muy difícil de imaginar.

Entre los padres hay quienes mencionan el desinterés de sus nietos, e incluso en algún caso el de sus otros hijos, ¿cómo los afecta esto?
La apoliticidad de los nietos es algo que les duele mucho. El tema es que a veces no tienen información. También depende mucho de la escuela a donde vayan, en algunas se habla mucho del tema y en otras nada. Yo voy todos los 24 de marzo a la marcha y es un tema el seguir sosteniendo la bandera. Muchos de estos abuelos ya no pueden ir y quizás diez años antes podrían haber llevado a sus nietos. Creo que tienen que hablarles, aunque los chicos a veces no quieran, porque después no tienen a quién preguntarle.
Yo que trabajé muchos años con los sobrevivientes del Holocausto les digo a los nietos que hablen con sus abuelas porque los hijos no saben ni la mitad de las cosas, ni dónde queda en el mapa el lugar de dónde era el abuelo. Por eso es que también me pareció importante que en el libro contaran de dónde son, qué hacían ellos y sus padres.

¿Qué fue lo que más la emocionó de los relatos?
El haber podido resistir, cada uno como pudo. Uno desde el silencio, desde el no hablar, el otro desde la depresión, otro se puso en actividad, otro necesito moverse siempre de la mano de su mujer. Me parece que la resistencia es lo que los une y la dignidad que tuvieron todos. Y por eso la necesidad de visibilizarlo. Esos padres estaban ahí, buscando, trabajando porque había que mantener la familia, había otros hijos. Creo que ha sido muy valioso el testimonio de ellos y les estoy muy agradecida. Para mí esto era una obligación, no los podía defraudar. Tenía que terminar en papel y en un libro, lo mejor posible. Creo que lo merecen.



Buenos Aires huele a sospecha

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El cine argentino sigue apostando al género policial. Una fórmula que parece dar buenos resultados estos últimos años.  En esta oportunidad con una gran campaña de prensa a cuestas y con el debut del “Chino” Darín llega a las salas “Muerte en Buenos Aires” la opera prima de Natalia Meta. A continuación algunas consideraciones de la película. 


Por Jorgelina Ezcurra || @JorshiaE || 18/05/2014

La primera escena nos acerca un cuerpo tendido con una gran mancha de sangre. Queda así confirmado que el disparador inicial de la historia será un crimen. “Copito(Martín Wullich) un reconocido coleccionista de cuadros perteneciente a una familia de alta alcurnia de Buenos Aires se halla muerto en su habitación. En la misma secuencia se observa en primer plano al agente Gómez, interpretado por el “Chino” Darín. El plano se agranda y éste interactúa en la escena tomando una copa, poniendo un LP con la canción italiana “Splendido Spendente” al lado del muerto y fumándose un cigarrillo de manera despreocupada. Un corte de luz irrumpe la secuencia. Acto seguido aparecen en escena el resto de los personajes centrales: Chávez (Bichir), un oficial con impronta y algunos modos bastante toscos pero al parecer con una reputación intachable en cuanto a la vocación por el servicio a la ley, y Dolores (Mónica Antonópulos) su particular y sensual compañera. El ritmo acelerado en las acciones va uniendo los hechos e invitando al espectador a fundirse con la trama en los primeros minutos de película. Así se llega al momento del allanamiento que pone al espectador alerta. Gómez pasa a ser el primer sospechoso. Con la tensión puesta en juego en la pantalla, se aclara que fue él quien recepcionó el aviso que reportó el crimen, lo cual pasa a justificar su presencia allí. Luego de estos tensionantes minutos las sospechas aparecen en la historia.

 Varias hipótesis se irán desprendiendo.  Preguntas que el espectador empieza a reponer durante el transcurso del film y que lo van llevando a ponerse en el rol de “Espectador/Detective”.  La investigación comienza. Un ambiente policial donde la mirada va a hacer foco en los roles y la ética policial pero sin detenerse exhaustivamente, solo a modo de despertar alguna crítica y seguir creando esa atmósfera de sospecha que de manera correcta Meta supo insertar de acuerdo al género. De esta forma todos serán parte activa de la investigación. Así se llega a descubrir que la víctima era un reconocido (aunque encubierto) habitué del mundo gay porteño. Acompañado de este indicio, entra en escena otra de las piezas de la historia: Kevin González, en una destacada performance de Carlos Casella, quien será el amante Gay de Copito y pasará a integrar la lista de posibles sospechosos.

 En este punto la trama comienza a apoderarse de los recursos que le ofrece la década del ´80. Así los excesos de la noche, el sexo por dinero, el narcotráfico y la corrupción van a hacerse presentes acompañados por el excentricismo de una época llena de colores, glamour y prejuicios que oscilaban entre lo libre y lo clandestino.

El móvil principal del policial que en este caso va a ser el asesinato, se plantea y presenta de manera acertada con una sólida construcción durante todo el primer acto que sin embargo durante el devenir de la película se va disipando, quedando relegado a un segundo plano. De esta forma terminará ganando protagonismo el incipiente deseo de atracción entre Gómez y Chávez que tiende a jugar con lo prohibido, con eso que no se dice y otorga.

Por momentos, el guion pierde fuerza y verosimilitud con exageraciones muy marcadas de la época, con actuaciones que por momentos logran encerrar el clímax del policial pero que en el intento por  mantener el misterio argumental se desvanecen, quedando a mitad de camino. Estas cuestiones hacen que la película a veces caiga en el terreno de lo previsible o paródico y pierda la fuerza y el dramatismo necesarios. Igualmente hay que destacar que los aspectos técnicos y la dirección de fotografía son sin dudas el gran acierto de la directora.





Ficha técnica:
Dirección: Natalia Meta
Guión: Natalia Meta, Laura Farhi, Gustavo Malajovich y Luz Orlando Brennan
Fotografía: Rodrigo Pulpeiro, Guillermo Nieto y Marcelo Lavintman
Música: Daniel Melero
Actores: Demian Bichir, Ricardo "Chino" Darín, Carlos Casella, Mónica Antonópulos, Emilio Disi, Hugo Arana y Humberto Tortonese
Duración: 92´


Maten al mensajero: una nueva revista de narrativas

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A poco más de quince días de su presentación formal, Maten al Mensajero ya se encuentra en todos los kioscos de diarios de Capital Federal y gran Buenos Aires. La publicación, definida como “para lectores”, contiene producciones literarias inéditas, narrativa de ficción y no ficción, historieta y fotografía.

Por Victoria Zanlonghi || @VZanlonghi || 25-05-2014


Maten al Mensajeroes una revista mensual de narrativas que propone relanzar clásicos literarios como el folletín, aguafuertes e historietas. Dirigida por Santiago Kahn, está compuesta por una serie de secciones y autores que acompañarán a los lectores durante cada entrega, partiendo de las ilustraciones de tapa de Pablo Vigo que también contarán una historia en sí mismas durante seis capítulos.

Mes a mes se podrán leer Novelas de Folletín: Federico Reggiani escribe “Los ocotes fractales de Ganímedes” (ilustrado por Max Aguirre/Fabián Zalazar); Elizabeth Lerner hace lo propio con “Felicidad” (con ilustraciones de por Diana Benzecry); Florencia Castellano presenta “Satélite de amor” (ilustrado por Erica Villar); y Susy Shock narra las desventuras de “La loreta” (con ilustraciones de Florencia Pastorella), en lo que se define como “el primer folletín Trans del mundo”. Hay lugar también para unas entregas de investigación periodística sobre el asesinato de Silvia Suppo -testigo clave en una causa de delitos de Lesa Humanidad ocurrida durante la última Dictadura Militar- ocurrido el 29 de marzo de 2010 en Rafaela, Santa Fe.

Se le suma una sección de Literatura Breve que reúne autores de distintas regiones del país. En el número 1, de la Patagonia, llegan palabras de Rafael Urretabizkaya; Jorge Spíndola; Nahuel Banurera; y Bruno Di Benedetto. También habrá lugar para las Aguafuertes,género que inmortalizó Roberto Arlt. La sección es editada por Luján Tilli y en su primer ejemplar cuenta con textos de Mariana D’Agostino; Agustín Argento; Pablo Díaz Marenghi; Mariano Massone; entre otros.

En Realidad Aumentada Alejo Valdearena narra y Max Pérez Fallik ilustra, en una clave muy particular en una especie de monólogo sobre la tecnología inspirado en las camionetas 4x4. También hay un espacio reservado para la Literatura Juvenil en la sección Medianeras a cargo de Laura Di Marzo, con ilustraciones de Clara Muslera, en donde en próximas ediciones se podrá leer a otros autores/as.

Hay series de Historietas de Federico Reggiani - Angel Mosquito; Chelo Candia; Hotel de las IdeasMax Aguirre; y un bio-comic sobre Rodolfo Walsh a cargo de CJ Camba y Gonzalo Penas

La revista se completa con una sección de Fotografíaeditada por el colectivo M.A.F.I.Aintegrada por producciones inéditas, a todo color y en papel ilustración. Cuenta con la participación de colectivos fotográficos latinoamericanos que irán variando mes a mes (En la primera edición participan Supayfotos, desde Perú).

En un mundo donde “la carrera estrella es ir detrás de un medio digital, un blog, una app” – como comentaba Kahn el día de la presentación de Maten al mensajero en el Teatro Orlando Goñi- la revista viene a proponer “un amor de los que no abundan hace tiempo.”



El arte de destruir lo obvio para poder hacer algo propio

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Es necesario escuchar la música de Los Planos para poder entenderla. Se hace muy difícil describirla a través de otras bandas porque poseen un estilo propio diversamente influenciado. Alrededores charló con ellos sobre su videoclip, su primer disco y sus presentaciones en vivo.

Por Pablo José Medana || pmedana@hotmail.com || 27-05-2014


Los Planos es una banda formada en el año 2012 que, hasta la fecha, llevan publicado su primer LP y un videoclip en su canal de Youtube. Está formada por Pablo Saraceni en voz y guitarra, Martin Giorgelli en bajo y coros y Lucas Di Pasquo en batería. Todos parecen provenir de distintos estilos musicales que pudieron plasmarlos en esta banda. Al consultar sobre sus gustos personales, encontramos que Pablo siempre fue fanático de bandas británicas como The Beatles, The Jam, The Who, todas con un estilo signado y ese reflejo se aprecia en las composiciones de los temas. Canciones cortas con su estructura bien marcada. Martin, por otro lado, catalogado como el “metalero” del grupo comenzó a interesarse por la música a través de bandas como Led Zeppelín, Jimi Hendrix y Deep Purple, sin embargo siente su forma de tocar inspirada en la banda de Morrisey, The Smiths. Por último, Lucas aprendió batería a través de un profesor de jazz y ensayaba con una banda grunge. El resume lo siguiente: “Hoy, justamente trato de borrarme cualquier costumbre, para tocar algo siempre diferente. Esa es la expresión de mi batería en Los Planos. El alma de Los Planos es destruir lo obvio para poder hacer algo propio.”

¿Cómo fue la idea de empezar promocionándose por un clip antes que por un LP?

El video salió de una disyuntiva que teníamos si grabar el disco o mostrar un videoclip. Como nos salía más barato el video decidimos empezar por ahí y no nos arrepentimos ya que tuvo un efecto instantáneo en la gente. Se viralizó como nunca nos hubiéramos imaginado y nos dio una mano realmente buena. Yo trabajo en una escuela a las mañanas y los chicos quedaban sorprendidos que su profe aparecía en la tele y ya sacaron el tema de hecho.

¿Cómo fue el proceso de grabación del disco?

El disco fue grabado en 54 horas en Agosto de 2012. A mediados de 2013 se colgó en la página para poder descargarse. Esta grabado íntegramente con Guillermo Murray. Es un disco directo y crudo, como suena en vivo. No está grabado por canales sino que hacíamos tres grabaciones de los temas y elegíamos cual nos gustaba más. Todos juntos a la vez. La mezcla se hizo en una consola análoga directamente. Es la primera vez que grabamos así.

Entonces primero salió publicado en internet y después sacaron el formato físico. ¿Porque decidieron hacerlo de esa manera?

El tema de la promoción es una cuestión muy difícil. Nosotros no vemos en el disco una forma de conseguir plata ni mucho menos. Hoy en día, la descarga de música nos parece que es más beneficioso que perjudicial. Cada uno tiene su pensamiento en ese aspecto. Para que cualquiera pueda escucharlo. El tema del disco físico es una cuestión meramente de darnos el gusto de tenerlo, poder tocarlo y la nostalgia que significa todo eso. Nuestra filosofía es tocar en vivo permanentemente lo más que se pueda. Además, la persona que viene a buscar el disco para poder tenerlo juega un papel clave ya que el disco pasa a tener otro valor, no solo simbólico. La industria de la música todavía no ha logrado establecer cómo hacer para poder sacar un rédito a través de los nuevos formatos de difusión. Por ejemplo, uno cuando suena en la radio a través de internet no cobra regalías por derechos de autor ni SADAIC ni nada. Es un aspecto muy grande y la verdad que, te vuelvo a repetir, para nosotros lo más importante es tocar en vivo cada vez más.

Otro aspecto diferente que tiene este disco es su duración. Son doce temas en media hora. ¿Estaba premeditado de esa manera o salió solo?

Eso por ahí es más culpa mía (Pablo) porque para mí es más cómodo. Como The Beatles o The Smiths pero eso se debe también a que nuestro gusto se da más en esos tiempos. A mí me aburre tocar temas largos y además no compongo una obertura o algún tipo de intro que te puede llegar a alargar el tema un minuto más. Somos una banda que la gente no conoce. Entonces vos no podes caerle a una persona con una hora de show porque aburrís. En vivo, como tocamos en bares y boliches los shows tratan de acoplarse a los tiempos que la gente puede llegarte a prestar atención, que son lapsos de 30 minutos, mas menos. Tocamos lo mejor que tenemos para ofrecer en esos lapsos de tiempo. Si la gente insiste mucho en otro tema más quiere decir que estás haciendo bien las cosas.


¿En qué circuito musical se mueven o se sienten más cómodos?

Como tocamos en diferentes lugares a veces tenemos que ir adaptándonos al lugar para que suene bien. Somos una banda que le gusta tocar fuerte y hay lugares donde quizás las válvulas de los amplificadores no pueden llegar a calentar bien. Por ejemplo, cuando tocamos en MOD no te da para tocar temas lentos sino que el lugar se presta a tocar más rock que otra cosa. En Sheldon es diferente porque la gente ahí va a comer también y no da saturarle las charlas porque ya se fastidiarían, entonces vemos de hacer un show que no llegue a incomodar. Pero tocamos donde nos llamen porque es a lo que nosotros le apostamos fuerte. Y a veces te podes llevar sorpresas, como una vez tocamos en el Moura, que es un lugar muy rocanrolero, y tuvimos una muy buena recepción la verdad con arenga y todo. En ese show, justo habíamos sacado el videoclip y en la promoción a través de las redes sociales del show estaba. La gente que venía, ese tema se lo conocía de memoria.

¿Ahora como siguen, dándole mucha fuerza a los shows o están preparando algo nuevo?

La verdad que estamos en constante movimiento como si fuera una rueda que no deja de avanzar. Nosotros hacemos canciones, tratamos de darle el carácter que tiene el grupo y después limamos las cosas que no nos convencen. Por ahí vamos a la sala y empezamos a demear cuando hace un mes acabamos de sacar un disco. Algunos piensan que es una locura ya estar pensando en eso. Es una mezcla de ansiedad y perfeccionamiento que uno busca que constantemente quiera estar produciendo.

Nueva bandas: calidad y personalidad

“Estamos en una época dorada del rock nacional” dice Alfredo Rosso en una entrevista con la revista Nan. Mirando atrás, se podrái decir que la primera época dorada se dio con la irrupción de artistas como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Manal, Vox Dei o Pappo. Luego vino una segunda oleada de buenos conjuntos como lo fueron Soda Stereo, Los Violadores, Los Redonditos de Ricota, Sumo y muchas más que, dentro de su originalidad, tenían reminiscencias de bandas británicas y estadounidenses que ya habíamos escuchado. Sin embargo, a excepción de contadas excepciones, luego fueron apareciendo cada vez menos que tuvieran esa cuota de calidad musical y personalidad propia dentro de un escenario. Todo parecía haberse escuchado; un gran plagio en un mundo donde el éxito a través de lo propio puede volverse muy difícil. Entonces llegábamos al encasillamiento permanente donde Los Ratones Paranoicos, Viejas Locas y La 25 eran las bandas “Stone” y cualquiera parecida pasaba a ser “estilo ratones”. También sucedía con bandas como Pier y Callejeros donde la discusión podía plantearse en quien tenía la voz más parecida al Indio Solari y no tanto en su música. Todo parecía inventado. Sin embargo, hoy en día existe un importante aluvión de nuevas bandas de las cuales encontramos cuotas de calidad y personalidad propias dentro del ambiente under. Una de ellas, son Los Planos.  

“La literatura es el lugar perfecto para ejecutar las transformaciones que la sociedad no acepta”

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Los cuerpos del verano es la primera novela de Martìn Felipe Castagnet. En ella se evoca un avance tecnológico donde, a pesar de las ingeniosas marcas de la ciencia ficción, la cuestión más interesante es la que remite a lo cultural. ¿Qué pasa cuando se puede vivir eternamente, cambiar de cuerpo, de sexo, de volumen? ¿Cómo se modificaría nuestra subjetividad si lo sexual adquiriese otra dimensión potenciada por una transformación infinita y selectiva? ¿Hasta dónde nos permitimos imaginar el nuevo horizonte tecnológico? En una extensa entrevista con Alrededores, Castagnet amplía su novela, al menos en estas líneas.

Por Luciano Sáliche || @LucianoSaliche || 02-06-2014
Ilustraciones: Julián Chab || @ChabJulian


Si con la inseminación artificial ya no hace falta tener relaciones sexuales para procrear -es decir, decidir cuándo dar vida-, en Los cuerpos del verano se da el otro extremo: decidir cuándo quitarla. O mejor aún, no morir nunca. Así, los cuerpos se comercian y la conciencia, luego de permanecer un lapso en estado de flotación, vuelve a habitar un nuevo organismo. Una suerte de reencarnación pero continuada y selectiva.

Martín Felipe Castagnet es, sin dudas, uno de los escritores más interesantes que han irrumpido en la escena literaria. En su mundo los debates filosóficos de la vida y la muerte, los tabúes históricos y las relaciones interpersonales se resignifican. “Cualquiera podría pensar que vivir más de 100 años debería ayudar al fortalecimiento de la personalidad pero no”. Una novela que hable del futuro siempre lleva consigo las marcas del presente y su horizonte de escandalización está ligado a la polémica actual. Los cuerpos del verano lo asume y plantea un mundo distópico donde cambió todo pero si se observa bien, en el fondo, no cambió nada.

¿Cuál es la función de la literatura, si es que la tiene?

No creo que la literatura deba tener una función definida. Yo no creo que en la literatura comprometida. No creo en la literatura como un objeto revolucionario que tiene que estar a favor del cambio y la justicia social. Mucha de la mejor literatura que se ha escrito ha sido la fascista, eso no significa que yo lo sea. Pero hay algo de escribir de forma fascista que puede incomodarte que es muy difícil que lo haga un autor políticamente correcto. Justo estaba leyendo un libro que se llama Hitler victorioso [de Gregory Benford y Martin H. Greenberg] que trabaja mucho con el concepto de ucronía -historias alternativas, qué pasaría si los nazis hubieran ganado la guerra- y a la hora de escribir el prólogo la pregunta es: ¿por qué escribir eso sin estar defendiendo el nazismo? Como a nadie lúcido se le ocurriría defender al nazismo de una forma que no sea irónica abre las puertas para crear cosas increíbles. Hay muchas ucronías sobre el nazismo pero como distopía porque es un mundo controlado, nunca cosas positivas, siempre al borde de la destrucción, con la civilización destrozada; este libro se propone lo contrario, un nazismo felizmente existoso. Entonces la función de la literatura no puede ser social, no puede estar ligada a lo políticamente correcto sino que tiene que estar más ligada a lo tabú. Si tengo que pensar una función es la de incomodar, ofrecer una nueva perspectiva de ver las cosas. Pero suena grandilocuente porque es para mí como escritor. Si me tengo que pensar en lector la literatura que me interesa es la que crea mundos. ¿Hay algo más hermoso que la posibilidad de entrar en un mundo que no es este?

Desde hace unos años existe una producción abundante de contenido literario donde prima el yo autoreferencial y un costumbrismo intrascendente. Una suerte de fenómeno época de la narración, empapado de la escritura de blog. Algo así como los restos de Fabián Casas. No sólo en la nouvelle sino también en la poesía. ¿Cómo evaluás este fenómeno? Y más amplio aún, ¿cómo ves a la escena literaria actual?

Yo soy narrador, no soy poeta. Pongo mis armas en la narración. A mí me gusta mucho Fabián Casas. Pero hay algo que sucedió que a mediados de los 80, cuando nace esta generación de escritores jóvenes de hoy, empiezan a publicar muchos autores que trabajan esta referencialidad, la escritura del yo. Por decir un solo caso: Paul Auster. Me da la impresión que hay muchos autores que al pensar la literatura, ven estos autores de referencia y dicen “esto es lo que yo tengo que escribir”. Y no intentan romper con eso sino que imitan lo que ya se ha escrito. Yo no tengo ningún problema con la imitación, de hecho todos los escritores empezamos imitando pero precisamente eso tiene que ver con las primeras obras. Las que a mi entender no hay que publicar. Puede venir alguien y decirme “pero Una noche con Sabrina Love de Pedro Mairal ¿no es genial?”. Yo le digo sí pero esa persona ¿puede jurar que esa novela que la publicó a los 28 años era su primera y no hubo otras? Bajo este sol tremendo de [Carlos] Busqued, ¿era su primera novela? Entonces esos autores se fijan qué es lo que se considera literario en la época que ellos crecieron y en esta época, claramente, es escribir sobre uno mismo. Entonces ahora abundan muchísimas novelas sobre el propio autor más o menos ficcionalizado, sobre escritores, narraciones metaliterarias que ya están gastadas. Viene [Mario] Levrero y escribe La novela luminosa y bueno, ahí termina. Dejen de escribir imitaciones de La novela luminosa, dejen de escribir imitaciones de Auster. Ese es el camino fácil, es decir “qué escriben nuestros modelos y escribo yo” sobre todo en esta época con los blogs, con los diarios íntimos -que ya no son íntimos- hay que dejarlos de lado o al menos darle una vuelta. ¿Qué sentido tiene escribir algo que ya escribió Paul Auster hace 25 años? ¿Escribirlo en castellano? ¿Escribirlo en Buenos Aires? Eso a mí no me alcanza. Ofreceme algo nuevo.
A mí me pasó con mi primera novela. Yo también caí en ésto. En mi primera novela ya había escritores que estaban escribiendo. Y creo que hice bien en nunca publicarla, en dejarla en el cajón. Cada vez que tengo la oportunidad lo digo: Los cuerpos del verano no es mi primera novela, es mi primera novela publicada. Para no seguir esta idea de “yo ya tengo una novela, ahora publico”. Cuando uno va a correr una maratón primero la corrió diez veces, veinte veces en el parque que queda a tres cuadras de tu casa. En un momento yo me propuse escribir por fuera de esta novela del yo, del diario. Hay tantas, tantas cosas para escribir que no tiene sentido volver a escribir lo mismo.

En esa proliferación de historias del diario íntimo, sucede que muchísimas vidas no resultan a priori realmente interesantes para ser narradas. ¿Cómo evaluás el fenómeno en términos de forma y contenido?

Hay muchas vidas que son interesantes de contar precisamente por el contenido. Por ejemplo, el libro de Mauro Libertella sobre el padre [el escritor Héctor Libertella fallecido en 2006], Mi libro enterrado. Ahí ya hay algo en el contenido que vale la pena de ser contado. Yo no sé si el libro sería leído de la misma manera si Mauro no fuera hijo de Libertella. No quiero decir que el libro no podría ser bueno sin este detalle. Lo que digo es que a la hora de escribirlo, no de leerlo, hay algo interesante para ser contado. Y hay otras novelas que tienen que ver con la forma en que está contada. Y es cierto, hay gente que lo logra: uno lee una historia de siempre pero que está contada de una manera que es nueva. El problema es que hay muchos escritores que no ofrecen ni una cosa ni la otra. O que, precisamente, no tienen nada de contenido para ofrecer; entonces el estilo termina siendo barroco, embarullado, casi para compensar. En realidad siempre hay estilo porque el minimalismo es estilo pero me refiero a estos estilos ligados a la creación de una forma particular barroca, excesivamente trabajada. Personalmente los que más me gustan que hacen eso son las historias donde hay otra cosa que están ofreciendo y no sólo el estilo. Por poner un ejemplo: Precipitaciones aisladas de Sebastián Martínez Daniell. Hay una búsqueda del estilo muy notable pero para mí funciona precisamente porque tiene algo para contar. Una narración que trabaje demasiado el estilo pero que sea una historia que ya hayamos leído mil veces, en lo personal, ya no me aporta nada.


El tema que subyace de fondo en tu novela es la corporeidad, Internet y las fronteras entre lo real y lo virtual desdibujadas. Entonces, ¿hasta qué punto somos nuestro cuerpo?

Internet tiene una materialidad muy específica que la virtualidad tiende a obviar. Como está dentro de una pantalla y se transmite por el aire -wifi- pareciera ser que esa virtualidad es una virtualidad completa. Internet depende de una materialidad muy concisa y no conocida usualmente. Internet se transmite entre países por claves submarinos. En Argentina está en Las Toninas. Yo de casualidad veraneaba ahí y ya desde entonces estaba relacionado con Internet. ¿Y a quién se le ocurre que todo el internet que llega a la Argentina lo hace a través de único cable en Las Toninas, un pueblo perdido con un nombre ridículo? Entonces destacar la materialidad de la virtualidad es mi programa, por lo menos en esta novela y quizás en un par más. En una novela donde ya no hay necesidad de cuerpos el tema principal es el cuerpo. ¿Dónde está el cuerpo? ¿Cómo se usa? A mí me gusta trabajar esa disyuntiva. En realidad toda esa virtualidad está centrada en un cuerpo que nosotros no vemos y que se tiende a invisibilizar. Ese es uno de los conceptos que más me interesan: las cosas invisibles que sufren un cambio. Una de las cosas que planteo en la novela es el tema del ego, del yo, que no es algo que precisamente podamos ver, lo que vemos son los cuerpos. Decimos que acá hay un ego porque vemos siempre las mismas caras y asumimos que es siempre la misma persona. Y no funciona exactamente así. No es que lo diga yo, hay muchas cosmovisiones como la budista y también desde el lado de la ciencia. Estaba leyendo un oncólogo italiano [Umberto Veronesi] que escribió un libro llamado Longevidad que dice que como todas nuestras células cambian cada dos años en realidad no se puede decir que seamos la misma persona dos años después; ya todo cambió. ¿Qué es lo que permanece? ¿qué es lo que no permanece? Bueno para mí ahí están las preguntas de nuestro siglo. Acá la pregunta es: en este siglo de virtualidad donde todo está flotando en el aire, ¿dónde ponemos el yo, internet, el amor, cuestiones que no podemos ver pero damos por hecho? O al revés, que precisamente porque hay un cuerpo, hay una materialidad y damos por supuesto que entonces existe otra cosa.

¿Creés que tu novela es específica de esta época o pensás que se podría haber escrito muchos años antes?

Sí, creo que podría haber sido escrito fuera de esta época. En realidad ya fue escrita. Hay un caso que leí después escribir esta novela y es Ubik de Philip Dick. Por supuesto, estamos hablando de Philip Dick porque si Nietzsche entendió el siglo XX desde el XIX, Philip Dick entendió el siglo XXI desde el XX. Por supuesto, no es la misma virtualidad la de los 60 que la de ahora. Sí, en realidad la novela ya se escribió parcialmente hace ya tiempo. Nadie inventa nada. Pero lo que aporta escribirla en esta época es leerla en esta época porque la novela con todas sus cuestiones acerca del cuerpo y la identidad, cuenta una historia entretenida y se la puede leer desde nuestra forma de vincularnos con internet. Por ejemplo el tema de los nombres: en esta época casi todos tenemos un nombre de usuario. Entonces esa posibilidad que tenemos, la forma en que construimos identidades en internet, no es algo que estuviera antes. Entonces en los 60 no se hubiera leído de la misma manera. Se lo hubiera leído, quizás, desde el movimiento hippie donde el nombre que le ponían a los hijos era, por ejemplo, Leopardo. Yo conocí un Leopardo. Sería una manera de estar en contra del status quo: “si todas las mujeres se llaman María yo a mi hija le voy a poner Tormenta”. Yo, por el contrario , dentro de la novela los nombres son parte del status quo.

La forma que toma el amor en tu novela no es totalizadora en el sentido de que los vínculos amorosos no se tornan idealizados. Y en un pasaje se lee: “Con paciencia, una única persona podría construir una pirámide; con perseverancia, otra única persona podría derribarla. Supongo que eso también es el amor.” ¿Cómo pensás esta cuestión?

Creo que nosotros seguimos perseguidos por el fantasma del amor. Justo [Michel] Houellebecq dijo en una entrevista para la Paris Review que él escribe sobre el amor de la misma manera que [Fiodor] Dostoievski escribía sobre Dios: creyendo completamente y al mismo tiempo negándolo del todo. Uno desde afuera no puede decir que Dostoievski cree o no en Dios porque hay personajes que están muy por dentro de eso y otros muy por fuera. Con esa misma manera que Dostoievski cuestionaba a Dios, Houellebecq lo hace con el amor. Y eso a mí me iluminó porque creo que somos una generación que sabe que el amor no puede existir pero que todavía cree. Yo en lo personal he estado enamorado pero ideológicamente mi raciocinio humano me indica que el amor no puede existir. Es probable que dentro de 50 años o un siglo ya no se crea en el amor. No hablo de las pasiones, hablo del amor como esa fuerza que aparece en nuestra vida y nos marca para siempre y no como una serie de diversas y sucesivas relaciones con otra persona que un día ama y otro día no ama. Mi novela todavía sigue ahí porque es una novela que no puede prescindir del amor. El protagonista vivió hace mucho tiempo y vuelve a la nueva época con un nuevo cuerpo después de haber estado sin cuerpo. Y uno de los objetivos que yo me propuse para ese personaje es que en muchos aspectos siga pensando como antes. Por ejemplo, el primer cuerpo que tiene cuando vuelve es de mujer y a mí me hubiese encantado que él pudiera sentirse cómodo en ese cuerpo nuevo. Pero no puede porque viene de una época donde varón y mujer eran cosas muy separadas. Además es el lugar donde el lector se apoya para identificarse. Yo me doy cuenta que es un concepto anticuado: que el protagonista siga enamorado de su ex mujer que murió hace 100 años es una muestra más de esos cadáveres que él tiene que cargar. Y hablo de cadáveres en el sentido ideológico, como ideas viejas, prejuicios, concepciones del mundo que ya no existen. Creo que en ese sentido nosotros estamos en el medio. Y es posible que el amor se reemplace por otra cosa que logre asumir mejor no sólo las cosas buenas –esa obsesión por el otro, las ganas de compartir una vida entera, darle todo- sino también las malas – lastimar más a la persona que te quiere que a la que no te quiere-. Quizás en una nueva concepción sea posible superar esas cuestiones que en el amor entran en contradicción. La pregunta podría ser: ¿es el amor algo prehistórico en la novela? Puede ser. Creo que nosotros estamos en el borde. Quizás podríamos construir algo mejor que el amor, no nosotros, sino generaciones futuras.

SI bien la novela juega con la posibilidad artificial de decidir sobre la vida y la muerte, el misterio después de la muerte sigue ahí.¿Por qué tomaste esa decisión?

Tomé una decisión cuando construí este mundo y fue la de que los personajes tengan que morir para acceder a esta tecnología. No se puede saltar eso. Y eso está en un sólo párrafo pero para mí es muy importante donde lo dice. A la hora de morirse hay algo que no se puede asumir del todo. Se lo puede manipular pero no se lo puede entender plenamente. Y creo que lo que está reflejando es, no las dudas de ese tiempo sino las de este. ¿Cuántas veces pasa que una persona está muerta clínicamente y logra revivir a los cinco minutos? Está muerta. No tiene signos vitales. Y se la resucita –usan esa palabra, resucitarla- y clínicamente se dice que estuve muerto. Cuando murió Kirchner salió que los médicos estuvieron 40 minutos intentando revivirlo. Pongamos que lograron hacerlo porque en muchos casos lo logran. ¿Qué sucede en esos minutos? ¿Qué estatuto tiene? ¿Está vivo o está muerto? No hay término medio en ese sentido. Si decimos que está muerto porque no tiene signos vitales, ¿qué es la muerte? Mi desafío fue tratar de escribir una novela donde, manteniendo eso, pueda existir otra vida. Y ahí es donde entra la ciencia ficción. Yo estoy seguro en mis creencias de que en un momento se apaga nuestra conciencia, deja de existir como tal y el cuerpo se pudre. Y no hay nada más que eso. Pero precisamente en esta tarea que tiene la literatura de crear mundos nuevos, ¿cómo crear un mundo donde eso sea cierto y aun así se pueda continuar? Al final de la misma manera en que no siendo fascista uno puede escribir textos fascistas, yo sin creer en el alma escribo sobre el alma. Para mí las mejores novelas son las que permiten muchas lecturas simultáneas por cada lector. En ese sentido, creo que lo logra porque ni yo mismo logro resolver una cosa o la otra.


El modo en que Rama, el personaje principal, se inserta en la nueva época es a partir de su nuevo oficio, el de arqueólogo cibernético. Su empleador en un momento le dice: “En lo que se hace desaparecer está la clave de la humanidad.” ¿Cómo entendés a la hiperproducción de chatarra,esta segunda pata de la ambivalencia tecnológica que no es la positiva, la de las mejoras en la calidad de vida?

Es una ambivalencia interesante porque como vivimos en un mundo físico y toda esta tecnología, virtual o no, tiene soportes físicos estamos llenando el mundo de chatarra. De hecho el espacio está lleno de chatarra espacial. Yo creo en la ciencia y creo que esas son consecuencias necesarias del avance. Creo en la ciencia pero no necesariamente en el progreso. Se va y se viene. Una civilización anterior no fue mejor o peor que nosotros. Y la ciencia expresa la curiosidad porque no hay nada más curioso que un científico auténtico. Y la curiosidad es, quizás, lo mejor que tiene el ser humano. Evidentemente, estamos llenando el mundo de chatarra. Nosotros también somos chatarras. El ser humano es chatarra animal. Son consecuencias que algún día vamos a pagar pero bueno, quizás, logramos crear nuevas industrias que logren trabajar esa chatarra, el tema del desperdicio. Y no desde un punto de vista ecológico sino utilitario. Yo creo que en la chatarra hay mucha belleza. Y la belleza no tiene un punto de vista utilitarista. La chatarra son cosas que tienen historia, por lo tanto tienen una belleza, no occidental ligado a lo novedoso, sino desde el punto de vista oriental que tiene que ver con la imperfección y la impermanencia. Y creo que la tecnología se está aproximando cada vez más al arte. Las viejas tecnologías tienen algo de artístico ahora que ya no tienen función. Por ejemplo el VHS, hay un tema de nostalgia pero también hay otra cosa. El concepto de arte viene de la technégriega donde es arte y técnica, no hay una diferencia. En El Eternauta cuando muere uno de los extraterrestres invasores, ve una tetera y la ve como una pieza de arte. ¿Cuál es la diferencia entre una licuadora y un jarrón de la dinastía Ming? Nada, el contexto, el tiempo. Por eso creo que la chatarra tiene mucho para decirnos. Creo que hay una historia en la chatarra, en las cosas de las que no deshacemos.

Hace un tiempo salió una nota tuya en Clarín sobre el mundo nerd y la idea de transformarse. ¿Por qué creés que atrae tanto la posibilidad de ser otro? ¿Creés que se da en toda la sociedad?

Vivimos en una sociedad occidental donde afirmamos que hay un yo que permanece y que nos morimos y seguimos siendo ese yo aunque sea un fantasmita flotando en un lugar del éter. Nos dan un nombre –a diferencia de otras sociedad que el nombre lo elegís vos cuando llegás a la maduración sexual y se descarta el que tuviste antes-, lo ponen en un registro y nos obligan a llevarlo toda la vida. Tenemos aviones que van a cualquier parte del mundo. ¿Cuánto es lo máximo que se puede tardar? ¿25 horas? ¿Y cuántos de nosotros vamos a cualquier parte del mundo? ¿Por qué? Porque tenemos este lenguaje, esta nación, este nombre, este entorno y no salimos de eso. Por eso te hablaba de la creación de mundos porque tiene que ver con transformarse al menos mientras estás leyendo Juego de Tronos. Pero fuera de la literatura yo no sé cuánto nos transformamos. Incluso desde las concepciones psicoanalíticas, ¿cuántas veces escuchamos que los traumas de los primeros tres años conforman nuestra psiquis? No hay precisamente la idea de transformación. Las transformaciones son muy acotadas. Podés transformarte de ser un estudiante secundario a un universitario, de padre a hijo. O en la sexualidad: si siempre te vestiste con pantalones largos lo deberás hacer siempre. Y esos son códigos arbitrarios que sería tan fácil cambiarlos. Simplemente hay que viajar y no lo hacemos. No creo que haya tantas transformaciones. Incluso si existe el yo y somos uno, ¿cuántas veces nos transformamos? Socialmente está aceptado que la gran transformación está en la adolescencia donde se forman nuestros gustos y elegimos una vocación y lo somos para toda la vida. Por ejemplo los jugadores de fútbol, ¿a qué edad terminás tu carrera? A los 35 años o si sos arquero 40. ¿Y qué hacés los otros 50 años de tu vida? Sos exfutbolista. O sos director técnico, ese cargo que no se necesita demasiado y se creó para ordenar un poco el vestuario y darle una fuente de trabajo a los ex futbolistas. La idea de transformación no está aceptada en la sociedad. Por eso me parece que la literatura es el lugar perfecto para ejecutar esas transformaciones.

En ese artículo hablás de Ranma ½, un dibujo animado donde el personaje se transformaba en mujer cada vez que entraba en contacto con agua fría. Y en tu novela hay una situación muy polémica donde se plantea que una pareja heterosexual intercambia sus cuerpos y experimenta su amor sexual de otra forma. ¿Cómo se da esta construcción de lo sexual?

Eso es ciencia ficción, pero ¿podría pasar? ¡Claro que podría pasar! No con un cambio de cuerpo literal pero que el varón tome el rol femenino y la mujer el masculino. Puede ser de cuestiones básicas como que la mujer que vaya a trabajar y use traje o el hombre se quede siendo amo de casa y empiece a usar maquillaje. Lo que hace la novela es volverlo literal: un cambio de cuerpo total. Pero bien podría ser exactamente lo mismo a partir de procedimientos que tienen que ver con lo cultural. Y al ser cultural es arbitrario. Hace poco leí que los tacos altos los empezaron a usar en la corte francesa, eran puramente masculinos: Y las mujeres los empezaron a usar para parecer más masculinas. ¿Cuántos cosas de esas nosotros tenemos y no lo sabemos? Crecemos y nos dicen “los tacos son femeninos”. En realidad a mí me parece bien que los varones no usen tacos porque son extremadamente dolorosos por lo que me dicen mis amigas que usan y tienen que caminar mucho, Pero, ¿por qué no? ¿Por qué siempre tenemos que estar de la misma manera?

En La invención de Morel (1940) de Adolfo Bioy Casares una suerte de máquina logra reproducir hasta la eternidad la vida. Y a diferencia de lo que hace el personaje de esa novela que decide introducirse en ese mundo, en Los cuerpos del verano, Adela de quién está enamorado el personaje principal, decide no hacerlo, decide morir. Entonces aparece la decisión de no pertenecer, de no sumarse al avance tecnológico que mejora la calidad de vida. ¿Por qué?

A mí lo que me resulta como recurso más potable y enriquecedor en una novela donde la gente puede no morir es la gente que decide morir. Precisamente, lo que hace es resignificarlo. Porque en esta época sí decidimos morir de muerte natural, por ejemplo no suicidándonos. Por ejemplo, que estén todas las leyes para que uno esté obligado a ir hospitales, que se intente curar. Si sabés que un familiar está enfermo lo tenés que llevar. Hay cuestiones de abandono de persona. A partir del cambio del Código Penal aparecen muchos cambios positivos respecto a si se debe seguir cuidando a las personas moribundas, extendiendo la vida, entre comillas, de modos artificiales. Las personas que deciden morir de vieja sí lo deciden pero es una decisión tan innata, tan asimilada con la forma de vivir que tenemos –hay que vivir todo lo que podamos- entonces cuando llega ese día no se ve como una decisión sino como que el cuerpo falló. Pero en realidad hubo una decisión todos los días de no matarse aunque esté en el cerebro de la especie la autopreservación. Entonces escribir sobre gente que sí decide morir en un mundo donde no se puede morir precisamente lo que hace es rescatar esas decisiones que tomamos todos los días. Me parece que ahí está una de las mayores riquezas de la novela, en el personaje que decide morir. ¿Vale la pena vivir la vida de forma eterna? ¿Cuánto tenemos que vivir? Yo la verdad, no sé, por eso me parece interesante que haya personas que decidan morir, que digan “bueno, hasta acá llegué, no necesito más”. Tienen mi respeto.

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