La concepción actual del “ser culto” está vinculada con la intelectualidad, con acceder a un conocimiento que contiene patrones creados por sectores de poder para ejercer la opresión histórica sobre las masas. Tal opresión, difundida por el sistema educativo, al no ser explícitamente violenta, es la mejor aceptada socialmente.
Por Federico Capobianco || fedecapobianco@yahoo.com.ar || 20-01-2014
“Existe una perfecta articulación del poder sobre el saber y del saber sobre el poder.
Ejercer el poder crea objetos de saber, los hace emerger, acumula informaciones, las utiliza.
El ejercicio de poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder” (M. Foucault)
El resquebrajamiento de los sólidos pilares de la Edad Media
En la Alta Edad Media, el centro económico estaba dado por la posesión de tierras; con clases sociales bien delimitadas y con escasa movilidad social. El poder político estaba consagrado por la religión y la visión geocéntrica de concebir el universo daba tranquilidad y seguridad al hombre medieval y le ofrecía, sin otra alternativa, los materiales para construir y desarrollar su pensamiento, y su comportamiento en el trabajo y en la vida diaria.
A lo largo del siglo XVII, impulsado por un nuevo sector, el centro económico se desplaza del campo a la ciudad. Ese nuevo grupo social es la burguesía, dedicado al comercio y a las artesanías, cuya característica distintiva era su libertad respecto de las viejas estructuras sociales.
La aparición de la burguesía quiebra con el sentido del universo medieval. Poco a poco, el burgués primero y luego las restantes capas sociales rompen los lazos con todo lo que significaba la autoridad del Medio Evo. Desde ese momento, todo se ordena a partir del individuo: la libre competencia; la acumulación de capitales; el realismo calculador; y las relaciones de trabajo objetivadas son algunos de los nuevos elementos que operan en la sociedad. El dinero y una economía ordenada racionalmente, con visión lejana y con trabajo disciplinado constituyen la base de la dinámica social, la cual lleva a concentrar los medios de producción originando un nuevo modo: el industrial. Con un incipiente desarrollo y la tendencia a independizar su capital, la industria reacciona ante la necesidad de un cambio productivo que le permita maximizar la producción y abaratar costos, y encuentra como solución hacerse de los posibles servicios del pensamiento científico y traducir los logros alcanzados en técnicas de aplicación.
Así, el resquebrajamiento de los sólidos pilares de la sociedad medieval, está acompañado por la disolución de sus rígidas estructuras de pensamiento. Y este cambio se explica en virtud de una época que exigía para su propio desarrollo, la aplicación técnica de los resultados de la ciencia. Por lo mismo, requería que el esfuerzo del conjunto de los sectores intelectuales, estuviera abocado más directamente a cuestiones de interés científico que en dialécticas sutiles acerca del orden divino. Además de sus aportes a la naciente industria, este nuevo sector intelectual, y sus nuevas estructuras de pensamiento denominadas “Iluminismo”, consideraban que el hombre es esencialmente racional y su racionalidad puede llevarlo hacia la libertad, aprehender el universo y subordinarlo a sus necesidades. La razón se convirtió, así, en el nuevo “Dios” [1].
El nuevo orden y la cultura oficial
Ahora bien, la ciencia y su utilización no han sido en ningún momento ingenuas. Las clases gobernantes siempre necesitaron de mediadores para dominar con mejores resultados. En la época del feudalismo, la iglesia desempeñó ese papel. A partir del siglo XVII, fue la burguesía la que apoyó la nueva estructura del conocimiento y el carácter operativo de la ciencia en función de sus necesidades de poder. Pero para lograr tal resultado, esa clase social que comenzaba a constituirse como clase universal, debía instaurar, al mismo tiempo, como universal sus propios productos del pensamiento. Lo que ella instauraba como verdadero debía ser aceptado y reconocido como tal por el conjunto de la sociedad. Es así que decidieron transferir sus propias expectativas a la conciencia popular. Se pasaba de una época de sometimiento en nombre de la iglesia a otra en nombre de la ciencia, que a través de su difusión (limitada según se requiera) en las instituciones especializadas se formaban los elementos necesarios para una estructura socio-económica que debía funcionar tal cual había sido creada. Con ordenados y ordenadores [2].
Si asumimos que la educación es parte de la totalidad social, lo cual implica asumir su estrecha vinculación con lo económico, lo social, lo cultural, lo político y lo ideológico, entendemos que en su rol de transmisora de saberes es donde se encuentra mejor arraigado el concepto de lo culto. Obviamente, es más culto quién está educado por las instituciones educativas oficiales. Suelen respetarse o considerarse, hasta cierto punto, diversas culturas (como los pueblos originarios, o diversos grupos religiosos u otras existentes), pero el “hasta cierto punto” significa que están subordinadas a la cultura oficial. Es decir, para ingresar a un mercado laboral oficial, se debe estar educado por las instituciones oficiales. Las posibilidades son mayores para quienes pasan por tales instituciones y tales posibilidades permiten el ascenso social sea del tipo que sea.
Sabemos que la política regula y controla a través de la creación de diferentes dispositivos, con los que busca, además, crear sentido e instalar una determinada visión de una determinada realidad general y educativa que haga foco en problemas y prioridades específicos, dejando a otros fuera de discusión.
El mote de culto y la desigualdad en el acceso a la educación
“Los mandatos del orden capitalista interpelan al sistema educativo requiriéndole que a partir de su especifidad de respuesta a tres exigencias: primero, la naturalización del orden a través de la enseñanza; segundo, la aplicación de una dinámica de desigualdad que reproduzca la distribución de salvados y hundidos en la esfera del conocimiento; y en tercer lugar; la imposición de una efectiva cultura de la obediencia.” (Pablo Imen)
Dentro de la totalidad social, el mote de “culto” se relaciona de cerca con el de “rico” en el sentido de que una persona culta puede vivir lo mismo que una persona rica: el nivel intelectual comparte con el nivel económico la capacidad de sobreponerse sobre los niveles inferiores y subordinados, “pobres” o “incultos”: “Al que no sabe cualquiera lo engaña, al que no tiene cualquiera lo compra”. (Simón Rodríguez)
El desarrollo educacional, entonces, está influido por el lugar socioeconómico que ocupa cada sector: los privilegios o postergaciones que, a nivel educativo, pueda tener cualquier persona, son consecuencia de los privilegios o postergaciones socioeconómicas que tengan de origen. Cualquier forma de desigualdad social repercute en las posibilidades de acceso a la educación [3].
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Entonces, dentro de la misma totalidad social donde se encuentra lo educativo, se encuentran un sistema de producción dominado por los avances tecnológicos y un sistema de distribución totalmente desigual, los cuales logran que sean coherentes las contradicciones que esconde el propio sistema educativo: por un lado, la educación perpetúa, en mayor o menor medida, la distribución desigual de la riqueza, el poder y el prestigio de una sociedad. Pero por otro, hace circular, e incluye, en cada generación del sistema productivo, a personas de diferentes orígenes sociales en las diferentes posiciones que requiere su estratificación.
De la misma forma que el acceso es desigual, el sistema educativo distribuye sus bienes convirtiéndose en otra forma de diferenciación social que coincide, particularmente, con las diferenciaciones socioeconómicas, revitalizándolas.
El efecto que pueda tener la educación en los distintos sectores sociales está basado, además de su calidad y sus formas, en los contenidos impuestos por la currícula oficial. Es que, como bien explica el científico Estanislao Bachrach: “Nuestra educación está basada en procesar información sobre lo que ya sucedió, sobre lo que pensaban muchas de las personas que ya no existen y sobre qué es lo que existe hoy. […] ‘Respuesta’ y ‘responso’ tienen la misma raíz etimológica, responso es el rezo que se hace a los difuntos. Forzando los términos, hay algo ya muerto en las respuestas que damos. […] Pensar de manera creativa requiere la habilidad de generar asociaciones y conexiones entre dos o más temas bien diferentes. Para poder generar, creativamente, distintas asociaciones y conexiones entre temas diferentes se necesita mezclar conceptos. Pero en la escuela nos enseñan a definir, segmentar, segregar y etiquetar en categorías separadas. Estas categorías permanecen divididas toda nuestra vida.”
Dichos contenidos no son aplicables como constructores de criterio a la hora de salir de la escuela. Por tal razón, tal aprendizaje puede tener algún significado (dudoso) en los estudiantes de aquellas clases en las cuales su realidad no tiene serias preocupaciones. Pero, seguramente, no tendrá ninguno en aquellos estudiantes de las clases bajas, los cuales fuera de la escuela deben preocuparse por generar, o ayudar a generar, en el seno familiar, la subsistencia diaria.
La técnica de producir, creativamente, asociaciones y conexiones mezclando conceptos, significa que los alumnos logren mezclar los conceptos de los “saberes escolares” con los conceptos de los “saberes de experiencia vivida” que pueda tener cada clase social. Debido a que son esos saberes vividos los que conforman y permiten interpretar los escolares, y estos deberían articularse con aquellos para mejorar la cotidianeidad, muy diferente en cada clase.
Una clara forma de ejemplificarlo es con lo expuesto por Freire en “Pedagogía de la esperanza”, cuando se encuentran un antropólogo y un campesino brasilero:
“Ahora usted llega y me pregunta: Cico, ¿qué es educación? Está bueno. Pues, yo lo que pienso, lo digo. Entonces vea, usted dice: ‘educación’; ahí yo digo: ‘educación’. La palabra es la misma ¿verdad? La pronunciación, quiero decir. Es una misma: ‘educación’. Pero entonces yo le pregunto a usted: ¿es la misma cosa? ¿Estamos hablando de lo mismo cuando decimos esa palabra? Ahí yo digo: no. Yo se lo digo a usted así tal cual: no, no es lo mismo. Yo creo que no. Educación... Cuando usted llega y dice ‘educación’, viene de su mundo. El mismo, otro. Cuando el que habla soy yo viene de otro lugar, de otro mundo. Viene del fondo de un pozo que es el lugar de la vida de un pobre, como dicen algunos. Comparación: ¿en el suyo esa palabra viene junto con qué? ¿Con escuela, no es así? ¿Con un profesor fino, con buena ropa, estudiado, buen libro, nuevo, cuaderno, pluma, todo bien separado, cada cosa a su manera, como debe ser... De su mundo viene estudio de escuela que transforma a la persona en doctor. ¿No es verdad? Yo creo que es, pero creo de lejos, porque yo nunca vi eso aquí.”
Es muy difícil pedirle tal consideración al sistema educativo, ya que en contextos de sociedades capitalistas, el sistema educativo se organiza con el objetivo de evitar cualquier movimiento contestatario y contrahegemónico, promoviendo un único sentido al trabajo docente y el despliegue de dispositivos que faciliten el control de la cultura escolar. Divinizando al conocimiento académico se crea un conjunto de saberes dictados por expertos que no deben ser discutidos pero sí transmitidos, siendo esa transmisión el fin de la educación capitalista. Y da la sensación, que cada nueva medida educativa, que implique una mejora en la misma, viene solo para permitirle al gobierno de turno el mote de “progresista” y no para permitir un cambio estructural de real calidad. Cualquier mejora teórica que se pretenda (y no se niegan las actuales) en el sistema educativo que no sea acompañado de los recursos y tiempos necesarios queda en la teoría.
Divulgar saber es divulgar poder
Dentro de este sistema, los docentes se encuentran en la disyuntiva entre ser parte de la reproducción de la lógica de dominación o, por el contrario, implementar herramientas que permitan prácticas pedagógicas emancipadoras. En la medida que puedan (y no siempre se puede), tendrán que iniciar un proceso de desnaturalización de lo existente -el cual promueve una acumulación de conocimiento en cantidades y desencadena una posterior jerarquización cultural, opresiva, discriminatoria-; que posibilite el entendimiento y la tolerancia de las realidades diversas, y a cada uno le permita mejorar la creación de los medios productivos para la propia; que garantice la apropiación igualitaria del conocimiento, apostando a la construcción de un saber y un poder socializados.
Los factores que determinan la dicotomía “culto–inculto”, además de estar impulsados por factores socio-económicos, están dados por la acumulación de saber. Y considerando la relación directa del saber con el poder, los “sectores poderosos”entienden que la no divulgación del saber genera una masa no educada y fácilmente maleable. Con respecto a la acumulación de saber, está claro que divulgar saber es divulgar poder, algo tan odioso para los que hacen del saber un arma opresiva. No, en cambio, para Antonio Machado, quien hizo escuchar a Juan de Mairena, de un campesino andaluz: “Todo lo que sabemos, lo sabemos entre todos”.
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NOTAS:
[1] Sobre el surgimiento del Iluminismo se recomienda “Ideología y teoría sociológica” de Irving Zeitlin (1997).
[2] El concepto lo desarrolla detalladamente Raúl García Orza en “Método científico y poder político. El pensamiento del siglo XVII” (1992)
[3] Como expresa A. M. Eichelbaum de Babini: “[…] El sexo, las diferencias étnicas o religiosas, la zona de residencia y otras formas de diferenciación social condicionan también las oportunidades típicas de recibir educación. […] si se concibe a la sociedad como integrada por clases cuyos miembros pertenecen por lo general a una u otra de por vida y se asocian principalmente con otros de su clase, con quienes comparten un estilo de vida y oportunidades semejantes de conseguir bienes y experiencias, la estratificación se ve principalmente como una forma de heterogeneidad. Las clases serian grupos separados por fronteras bastantes claras, derivadas de su posición en el proceso productivo, y antagónico, en lucha por recursos, oportunidades y poder. […]”. (1991) pp. 105-144.