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El retorno Dark

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26 años después de su accidentada visita a nuestro país, los británicos de The Cure hicieron que la espera y el ansia valgan la pena. La banda pionera del rock gótico, liderada por Robert Smith, brindó un show histórico en el estadio River Plate de 40 canciones donde no falto un solo éxito.




Por Pablo Díaz Marenghi –  @pablodiaz91|| 12-04-2013



Eran las seis de la tarde de un viernes templado de abril. El final de una semana atípica para los amantes del rock. También para aquellos nostálgicos que aún sufren por haberse perdido un concierto inolvidable que tardaría 26 años en repetirse. Por entonces, , se programaba el regreso de The Cure a la Argentina para el  12 de abril, luego de su única visita hasta el momento, en marzo de 1987. Pero, ese día,  un grupo de fanáticos se enfrentó con la policía, generando heridos y detenidos en las inmediaciones del estadio de Ferro. Caballito se tiñó de negro aquella noche con hordas de darks, góticos y post-punks que recreaban la estética innovadora de Robert Smith– líder de la banda- pionera en medio del fervor ochentoso del new wave y el pop melancólico de los británicos. Aquel viernes se comenzaba a transmutar en una noche gélida, la historia sería diferente.

“Hoy vuelve The Cure y todo es alegría” parecía ser el mensaje inscripto en el rostro de los fanáticos, quienes, entrada en mano, comenzaban a abrirse camino hacia el Estadio Monumental. A las siete de la tarde, el panorama era calmo. Las inmensas oleadas de darkies habían quedado atrás. Mientras la noche emergía junto a un frío que arremetería durante toda la jornada, una escena irrumpe entre la tranquilidad. Una ambulancia, con la sirena a todo volumen, atravesó la calle –cortada, sin tránsito- a toda velocidad. Por detrás, una combi blanca de vidrios polarizados, dos motos policiales, un patrullero y un bmw último modelo con la misma velocidad e igual destino. Algunos soñadores fantasearon con Robert Smith y sus amigos serían los que irían en aquel vehículo escoltado con fiereza. De pronto, un joven de no más de 25 años, celular en mano, vociferó: “¡Eran los The Cure!¡Iban en una camioneta!¡Yo los ví!”. Las emociones comenzaban.

Demasiado tiempo pasó desde la última vez que los ingleses tocaron tierra argenta, y la espera se hacía sentir en los gritos desgarradores de los fanáticos. Hombres y mujeres de más de 40, jóvenes de 20 e incluso niños. Tres generaciones entremezcladas y unidas por una misma pasión. A las 21.26, luego de un show de media hora del conjunto alternativo Utopians, las luces del estadio se apagaron dando inicio a una velada inolvidable. El nivel de emotividad aumentó cuando Robert Smith -  quien demostró ser inmune al paso del tiempo – seguido por el bajista Simon Gallup, el baterista Jason Cooper, el tecladista Roger O Donell y el guitarrista Reeves Gabriels pisaron el escenario. El líder llevaba su estética intacta: ojos delineados en negro, labios rojo furiosos, rostro blanquecino y su inconfundible cabellera revuelta. El show tan anhelado comenzó.

Los primero acordes de Plainsong  sonaron y el público estalló en aullidos emotivos. Sintetizadores y ritmos celestiales, junto a acordes de guitarra colocados donde debían estar. El primer track del disco Disintegration (1989) sentó las bases de una noche plagada de hits. Luego llegaron los clásicos Pictures of you y Lullaby– junto a una proyección de una araña inmensa, haciendo referencia a la letra de la canción-. La noche iba tomando color y los británicos hacían vibrar a un público que ya no podía esperar más.

Llegó el turno de “High”, de su disco Wish (1992), con un Robert Smith luciéndose con su guitarra – no olvidar que además de ser un gran cantante es un eximio guitarrista- y entonando cada estrofa como si fuese la última. Los ritmos pop, esta vez con tintes sombríos, continuaron con otro éxito: Lovesong–otro hitazo de Disintegration- donde se lució el bajo de Gallup– pieza clave en el sonido sincronizado de la banda- . El público saltaba desesperado en la zona más cercana al escenario.

El público aplaudía y vitoreaba a rabiar al final de cada tema, como advirtiendo que necesitaban mucho más. Robert, de camisa negra – para no perder la costumbre dark- cada tanto arroja un “Thank you” pero no mucho más. Se apreciaba su timidez, cual niño eterno, aunque igualmente se percibía un respeto y afecto hacia sus seguidores.

Guitarras furiosas y batería a toda máquina marcaban el inicio de Push, del disco The head on the door (1985). “Go, go go, push him away” entonó Smithcon furia y desató la pasión del estadio. Por momentos, la sensación era similar al haber vuelto a los ochentas, en  tiempos del new wave y el post-punk, que The Cure tanto ayudó a consolidar.

Uno de los puntos fuertes del concierto fue cuando los darki boys tocaron In Between Days–también de The head on the door- y, al instante, Just like heavenKiss me Kiss me (1987). Dos clásicos juntos que desataron el desborde, esta vez sólo emocional, de la audiencia. Masas inmensas vibrando en el campo y algunos bailoteando desde las plateas, pero ninguno permaneció ajeno a semejante dosis de pop alegrón, riffs de guitarra pegajosos y voces con la inconfundible huella de su cantante – quien gesticulaba y danzaba al ritmo de su música. 

Robert Smith, líder de The Cure



Ningún disco de los 13 que conforman su discografía quedó ajeno en el show. Los ingleses fueron dando pinceladas por toda su obra. From The Edge Of The Deep Green Sea– canción con infinidad de ritmos post-punk y pop-  del disco Wish, Bananafishbones The Top (1984) – o Charlotte Sometimes (1985) – muestra del sonido clásico de The Cure– significaron picos de fervor y éxtasis del público. Otras canciones como Sleep When I'm Dead – single del 2008 – o Want - Wild Mood Swings (1996)pasaron algo desapercibidas  pero igualmente eran aplaudidas cual devolución hacia la excelente performance que brindaba el conjunto inglés.

El primer pico máximo de emoción y locura explosiva fue a la mitad del setlist con uno de los más grandes hits del grupo: Friday I´m in love– otra joya de Wish (1992). Aquí no había excusa para no cantar. Sumado el detalle no menos importante de que se trataba de un viernes. “El viernes estoy enamorado” gritaba todo el estadio. Smith sonreía. Sus temores generados en 1987 quedaron atrás.

Disintegration– en una extensa versión llena de pop y melodías de bajo y guitarra prolijas – fue la escogida para cerrar la primera parte de lo que sería una catarata musical. Al igual que en sus shows de Brasil y Paraguay, los The Cure descansaron por breves lapsos entre tanta electricidad. Volvieron con tres temas del disco Kiss me Kiss me (1987) – el favorito del cantante del grupo- : Kiss, If Only Tonight We Could Sleep y Fight para cerrar a pleno new wave, sintetizadores y guitarras lacerantes.

Si lo anterior fue una catarata, las canciones finales del show fueron la garganta del diablo; un torrente de clásicos, hits y ritmos frenéticos que tele-transportaban a los más grandes del público a los tiempos en los que lucían cresta, ropas negras y bailaban al ritmo del denominado new wave y post punk. El ritmo exquisito de Dressing up– The Top (1984) – junto a la desgarradora voz de Smith abrió el camino de un set inolvidable por el que pasaron clásicos como : Lovecats, Close to me, Hot, hot hot!!!,Let´s go to bed y Boys don´t cry– desatando el segundo punto mayor de éxtasis del público. Todos cantaban, bailaban – además era una buena opción para quitarse el frío que ya comenzaba a sentirse con intensidad- y no dejaban de moverse con las melodías que atravesaron momentos de post-punk, pop y hasta funk.

Killing an arab–primer single de The Cure lanzado en 1978-marcó el cierre, y al mismo tiempo, la última explosión del público. La guitarra de Gabriels delineaba una atmósfera híbrida entre lo arábigo y lo rockero. La voz de Robert Smith– intacta – llevaba las riendas de una canción inolvidable para todos aquellos asistentes al show.

Llegó el final, aplausos a rabiar y lágrimas en los ojos de algunos. Smith agradeció y sonrió de nuevo. Por último, una luz de esperanza iluminó los rostros de los presentes cuando el frontman de los pelos enmarañados dijo: “nos veremos de nuevo”, dejando la puerta abierta para una próxima visita.

The Cure brindó un show inolvidable y estuvo a la altura de las expectativas de su público de ayer, de hoy y de siempre. La espera valió la pena y aún se escuchan los ruegos de sus fanáticos más neuróticos para volverlos a ver. 

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