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Locos por las semillas

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Un grupo de jóvenes se nuclea frente al Congreso Nacional en contra de las semillas transgénicas y promulgando su libertad. Enterate de qué se trata este mundo de pesticidas y agrotóxicos.






Por Pablo Díaz Marenghi / @pablodiaz91

“Quieren privatizar las semillas. Enterate” es la leyenda inscripta en un cartel sostenido por dos jóvenes frente al Congreso Nacional. Uno de ellos, un muchacho de prolijo peinado, camisa, pantalón de vestir y zapatos al tono, similar a muchos de los oficinistas que transitan diariamente la ciudad. Su compañera, de no más de veinte años, tiene la mitad de su cabello rapado, remera de múltiples colores y pies descalzos. Se mantienen firmes y conversan a la vez. El 18 de octubre es el último día del “Campamento por las Semillas Libres”.

El cielo celeste con pinceladas de nubarrones decora los alrededores de la sede del Poder Legislativo. En la enrejada plaza frente al edificio, carteles con mensajes, demandas y leyendas rompen la cotidianidad. Frases como “La naturaleza no entiende de política, nosotros tampoco”, “No al agronegocio argentino” y “Monocultivo = Monocultura” provocan que algunos transeúntes detengan su caminar y miren con desconcierto al cartel y a los jóvenes que los rodean. “Nuestro principal reclamo es ante el Proyecto de Ley de Semillas” describe uno de los chicos, de barba, pelo enmarañado color brea, pantalones deshilachados y corbata roja. “El proyecto aspira a privatizar las semillas y un gran responsable de ello es Monsanto, quién firmó acuerdos con el gobierno nacional y sectores rurales” comenta el chico de corbata. La empresa estadounidense, encargada de la elaboración de semillas transgénicas, como soja y maíz, y pesticidas como el glifosato, es repudiada en esta manifestación semillera. Una hilera de pancartas deja leer “Monsanto siembra muerte” en letras góticas.

Lo que los manifestantes llaman “semillas privatizadas” desde empresas como Monsanto lo catalogan de Biotecnología. “Privatizar” significa entregarle a multinacionales del Agro la propiedad privada sobre las semillas de los campesinos. Del mismo modo que un inventor y su patente. Se han realizado denuncias científicas, sociales y periodísticas acerca de los daños que ocasionan en el organismo humano estos productos genéticamente alterados. Como también el glifosato, pesticida creado y patentado por Monsanto, cuyos productos, también marca registrada, son inmunes a su potencia denunciada como altamente contaminante y cancerígena. Basta con ver el documental “El mundo según Monsanto” de la periodista francesa Monique Robinpara embeberse del asunto.

Detrás del dúo de carteles ubicados casi al inicio de la plaza, quince jóvenes se encuentran sentados, en ronda y charlando. “Estamos en asamblea” explica una joven cuya bicicleta exhibe la inscripción “Un auto menos” adherida a su parte delantera.

Una caja con abono orgánico hecho de yerba usada, cáscaras de banana y otros desperdicios hacen las veces de centro de mesa. Una alfombra multicolor en el centro configura el espacio. Chicos y chicas intercambian opiniones, levantan la mano antes de intervenir y todos son escuchados. Una muchacha de rastas rubias, en un extremo de la ronda, juega con un niño pequeño que se tambalea cada vez que intenta caminar. “Yo no me manejo por Internet” se oye en el mundo de la asamblea por las semillas libres. “Pasemos a la práctica, redactemos un petitorio y sumemos firmas para frenar el proyecto de ley” dispara decidido un barbudo quien tampoco tiene zapatillas. Continúan hablando y más gente se acerca como queriendo saber qué hacen y qué buscan estos chicos.

“Amamos la naturaleza, si privatizan las semillas, van a controlar la producción de alimentos. A eso apunta Monsanto”,  advierte una chica de buzo verde fluorescente y cabello castaño a otra que intenta saber más sobre sus reclamos. Esta última lleva una cámara fotográfica colgando del cuello y dispara su flash de manera esporádica. Luego de un largo intercambio se funden en un abrazo.

La asamblea continúa a pesar de que algunos de sus integrantes se levantan. La chica rastafari continúa jugando con el niño mientras el resto discute si redactar un petitorio o pedir ayuda de algún partido político. Proyecto Sur, Partido Obrero y el Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) son algunas de las fuerzas que se pronuncian en contra del Proyecto de Ley de manera constante. Una señora se acerca a los jóvenes que sostienen los carteles del inicio y comienza a charlar con ellos. Mueve sus brazos y asiente con la cabeza mientras los chicos le comentan la situación de sus reclamos. Nuevos curiosos comienzan a aproximarse con sigilo. Algunos participantes de la asamblea ahora son entrevistados por jóvenes periodistas.

La tarde avanza, los colectivos pasan e incluso un micro turístico del gobierno de la Ciudad se detiene frente a los activistas. Algunos observan, otros toman instantáneas. Muchos ni se percatan de que hay jóvenes manifestándose en ese lugar.

El final del reclamo se acerca. El campamento, devenido en asamblea, charla, carteles y abrazos,  abre un diálogo que promete no cerrarse. El objetivo es claro: no a la privatización de semillas y al control de los alimentos. Mientras cientos de litros de pesticidas son derramados, una cantidad similar de platos con soja transgénica son servidos en las mesas argentinas. Apenas una parte de la población, para algunos minoritaria, se rebela ante esta realidad. Discuten, dialogan, piensan y se escuchan. Desde el Congreso, como en otros puntos del país, voces y reclamos se alzan.


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